jueves, marzo 1

Me parto de la risa.

En serio, de veras. Lean esta noticia.



Un tío publica un libro en blanco que llega a ser un best-seller. De veras que si hubiese llegado a saberlo anteayer, habría asegurado que eso es un chiste de un número de Zipi y Zape. Esto no debe hacernos desdeñar la colección de libros-objeto: todos ellos con 256 páginas (2 elevado a 8) y con un contenido que va desde un texto escrito sólo con gemidos hasta un libro que sólo contiene la palabra “gracias” las veces necesarias para llegar al total de páginas. Y se vende, que ya manda huevos la cosa.

Bien mirado, sí, no deja de ser una burla al mercado de la autoayuda, aunque tengo la sensación de que hay parodias mucho mejores. De hecho, lo de llenar 256 páginas de lo que sería un orgasmo inacabable me recuerda a esas historietas, en narrativa y en cómic, que servidor y sus amigotes del colegio hacían para pasar el rato, sólo que nosotros teníamos la decencia de procurar que tuvieran gracia. En una de las viñetas, incluso, se inspira cierto derivado de sainete que escribiría años después.


El libro en blanco, sin embargo, es mi favorito. En realidad, tal ocurrencia no es, ni mucho menos, una novedad; en Uruguay, valga el ejemplo, se publicó un libro similar llamado Inteligencia militar después de la dictadura militar. Bueno, entonces sí había una diferencia: aquello era una boutade legítima y seguro que sus compradores consideraban que aupar semejante idea era demostrar su rechazo a la barbarie. Esto no es más que una gracieta. Ha habido quien se ha quejado de que, claro, esto es una muestra del perverso feminazismo, pero en realidad su autor, Sheridan Simove, ya tuvo su polémica cuando comercializó un control remoto de mujeres. Eso sí, nadie se quejó del de hombres, que también se vendía en la misma tienda.

Volviendo al asunto, estoy bastante seguro de que hay tarjetas que resumen en una jocosa viñeta lo mismo que estos libros con mucha más gracia. Además, hay cuadernos. Luego entonces, ¿por qué la peña se gasta los cuartos en semejantes ideas? La noticia afirma bobamente que “El objetivo de los creadores es, evidentemente, el de hacer que nos riamos de nosotros mismos”, cuando esto lo hacen de sobras varias series, como Los Simpson. La respuesta auténtica es otra: el márketing. La verdadera razón es la misma que el Copépodo indicaba en esta estupenda entrada acerca de campañas publicitarias que demuestran verdadero talento artístico: lo importante no es que te vendan algo material que necesites o quieras, sino que te ofrezcan cierto concepto abstracto que desees. Nadie quiere, bien mirado, una cafetera como las de los bares (¿Tan útil es, leches?), lo que la gente quiere es esa sensación de exclusividad que conlleva la posesión del puñetero electrodoméstico.

Así, los libros-objeto no tienen mucha gracia, pero se venden porque su poseedor siente que soltar la guita en estas chorradas lo hará parecer un tipo chistoso, aunque el libro de sexualidad no sea mucho más ingenioso que las marranadas que escribía e/o ilustraba con mis cuates. El libro en blanco no hace sino aprovechar un viejo tópico en un formato ya usado, pero más de uno ha afirmado que es una idea brillante y meridiana, incluyendo personas que ya saben de los precedentes. Ya se sabe: es la misma Stacy Malibú, pero el sombrero es nuevo.

Lo más curioso, ya para acabar, es que mi mención al chiste de Zipi y Zape no estaba ni mucho menos tan desencaminada. Me vais a perdonar que me conforme con describirlo, pero es que no tengo ganas de buscar el tebeo entre mi montón y además dudo que pudiera escanearlo bien. El chiste era tal que así: los Zapatilla se encontraron con los Plómez, el matrimonio que les daba el coñazo con sus visitas, en plena calle. Los Plómez estaban vendiendo libros en un puesto, que don Pantuflo quiso leer. Ahí empieza la gracia.

Don Pantuflo: ¿Pero qué es esto? ¡Estos libros están en blanco!
Señora Plómez: ¡Pues claro que sí! ¿Quién los va a leer?
Don Pantuflo: ¿Perdone?
Señora Plómez: Le explico, don Pantuflo: nosotros no vendemos novelas ni libros de texto, nosotros vendemos las portadas. Lo que la gente quiere no es leer libros, sino llevarse los libros a su casa y colocarlos en las estanterías, porque hacen bonito, ¿comprende usted?


Don Pantuflo sólo puso cara de circunstancias. La misma que puse yo, ni más ni menos, cuando leí la noticia ayer. En el fondo, llevará razón el Copépodo: si estoy aquí y no forrándome, es porque no estoy en sintonía con la fórmula del éxito de los tiempos de ahora. Lo que no es malo, al menos no seré un Duchamp.

3 comentarios:

Lansky dijo...

Es viejo el tema del libro en blanco, se llama cuaderno. La Codorniz, revista de humor satítrico de la posguerra en España publicó un nº con un tren entrando en un tunel por la portada y saliendo por la contraportada , el resto de las páginas eran...negras. Me parece mucho más original que el dichoso libro blanco.

(Soy un robot, pero de última generación y puedo rellenar tus letreros y hasta hacer análisis de orina)

capolanda dijo...

Eso digo yo, que ya hay cuadernos.

El libro-nada (para abreviar) se ha hecho de diversas maneras, tanto en momentos en que había que comprometerse (la Codorniz y el libro uruguayo que cito) como simple y llanamente por sacar pelas.

(¡Canastos!)

Anónimo dijo...

Muy interesante articulo. Los invito a visitar mi sitio web de marketing, publicidad, negocios y emprendimiento: http://www.marketingactual.net