Ya que la primera entrega citaba a Pokémon, continúo por esa línea esta entrada y la siguiente. En el mundo de los videojuegos no es raro encontrarse hacks “de marca”: modificaciones de un juego que lo alteran de tal modo que los jugones reconocen la nueva versión como válida. Algunas alteraciones frecuentes son incrementar el nivel de dificultad o cambiar ligeramente los gráficos y/o la jugabilidad (en este último caso, incluso se venden como juegos oficiales).
No tan frecuente es hacer una versión especial, cambiando el propio argumento y el final, aunque se parta de la misma base y los personajes se llamen igual. Un ejemplo legendario de este tipo es el cartucho negro de Pokémon.
Pero antes de nada, uno de los numerosos vídeos que relatan la fantasiosa historia:
Es un buen resumen de lo que acontece en el supuesto juego. Según la leyenda, este extraño cartucho, que se vendería clandestinamente en tiendas especializadas en productos pirateados, es de color negro (recordemos que las entregas de Pokémon tenían ediciones, distinguibles por el color del cartucho, con bichillos exclusivos para cada una). Una vez adquirido, el jugón se encontraría con una mecánica que le permitiría no sólo matar con un pokémon invencible, sino también sufrir el mismo destino a manos de este siniestro espécimen. Ya lo dijo aquel, quien a espada mata… Sin embargo, no todas las versiones de la leyenda incluyen la última maldición, dirigida al propio jugador.
La cuestión principal es si el juego existe. A priori, lo que se cuenta en el vídeo acerca de la experiencia de partida es perfectamente plausible, de hecho, conozco algunos juegos comerciales que tienen argumentos aún más duros. La venta de cartuchos piratas, pintados de negro para la ocasión, es también posible, como los famosos 32 en 1 (un amigo tenía uno y nos lo pasábamos teta). Así, hasta ahora afirmo que la historia podría ser real.
Lo que ya no cuela es la posibilidad de que hay un solo cartucho del que, por supuesto, no podemos ver ni una fotografía porque su poseedor lo perdió o se deshizo de este cuando se cagó en los pantalones. Además, se afirma que la adquisición se realizó en uno de esos mercadillos donde, como sabemos por el cine de terror, se venden objetos malditos para pardillos. Por último, vender el cartucho a un precio de ganga, que supondré menor al que le costó al narrador, recuerda a El diablo de la botella. Muy tópico. Además, en las primeras versiones no se cuenta la revelación de que el pokémon Ghost acaba maldiciendo al desafortunado jugador, sino que acaba con las reflexiones en torno a los motivos del bromista.
En el fondo, esto no deja de ser un caso de dramatización popular. Pokémon no destaca por la profundidad de su propuesta (me descoj….), por lo que es un candidato perfecto para este tipo de jugarretas. Alguien quiso epatar a los jugones con una historia siniestra que nos recuerda, como decía el proverbio latino, que vita incerta, mors certissima. Ya hay juegos así, pero siempre impresiona más con un producto infantil.
Otras leyendas por el estilo hablan de 151 cartuchos malditos, llamados así porque los niños que los poseyeron murieron. Pues podría ser, claro. Es más probable que mueran unos cien niños que tengan un juego de Pokémon que tantos otros que hayan leído La montaña mágica.
Por último, un grupo de graciosos está programando su propia versión de Pokémon basada en esta leyenda, aunque no se puede matar a nadie, pero todo se andará. No hay nada mejor para una leyenda que llegar a ser verdad, así que es todo un éxito.
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