Decíamos el otro día que a los
alumnos de ciencias se les presupone cierto conocimiento de matemáticas,
comparándolo con la capacidad de leer y escribir. Esta comparación es literal.
Un alumno sin capacidad para, por ejemplo, resolver una ecuación de segundo
grado es incapaz de entender la química de 2º de bachiller. Habrá algún
gracioso que dirá que eso tiene que ver con las políticas educativas, pero uno
sólo tiene que levantar la vista y ver que en cualquier país se trabaja así.
Tampoco este ejemplo es casual,
porque algunos de mis alumnos han tenido que luchar con las ecuaciones de
segundo grado. Lo más habitual ha sido el clásico problema de hacerse un lío
con los signos, pero me he encontrado un alumno que no supo aislar el término
cuadrático.
Le resultaba un verdadero
misterio.
Da que pensar, ¿eh? A mí me
asombró especialmente. Tengan en cuenta que no es geometría no euclidiana ni
operadores mecano-cuánticos: es simple y llana álgebra. Tuve que acabar
ayudando al alumno a resolver el problema, pero le indiqué claramente que tenía
que saber matemáticas y que iba mal por ese camino.
Acabada la clase con el
surrealista alumno, no pude sino comentarle la ridícula escena al profesor de
matemáticas, quien me obsequió con otra del mismo palo: resulta que estos
chicos no sabían cómo descomponer el cuadrado de un binomio.
Esto, por si alguno no cae ahora.
Y es que uno de los mayores
problemas de un alumno de ciencias, que he observado incluso en la facultad, es
cierto nivel de ignorancia con el álgebra. Cuando se trata de sumar números,
hasta el más tonto puede obtener el resultado sin problemas. Ponles términos
abstractos (x, y, V, T…) y vete a saber cómo acabarán el ejercicio, si el
resultado será razonablemente parecido y, ¡qué demonios!, si las unidades
coincidirán. Porque en qué expresamos el resultado es fundamental en ciencia y
no admite aproximación numérica alguna.
Quizás habrá quien sugiera que la
calculadora tenga que ver con estos problemas, pero no estoy nada seguro. En
primer lugar, porque la calculadora sólo ayuda a resolver rápidamente
operaciones sencillas, no se puede usar para saber qué magnitud debes
multiplicar ni te ayuda a despejar la incógnita. De hecho, de mis compañeros de
facultad, los que tenían peores habilidades matemáticas no conocían apenas el
manejo de sus calculadoras.
Simplemente, no practican lo
suficiente. Existe con las matemáticas un problema parecido al de la enseñanza
de la lengua: es una asignatura que jamás debes olvidar porque sus
conocimientos son la base de otras asignaturas.