He leído Utopía, de Tomás Moro.
Como siempre me ocurre cuando me acerco a uno de estos clásicos, he salido con
una impresión diferente a lo que me enseñaban en la escuela. Sería un
lugar idílico, pero sólo a la manera católica, especialmente en el formalismo
religioso. No obstante, vengo a discutir de una cita en concreto:
Estos [los utópicos] se preguntan, en efecto, si puede haber hombres que queden embelesados ante el brillo engañoso de una perla diminuta o de una piedra preciosa, cuando tienen la posibilidad de contemplar una estrella, y hasta el mismo sol.
Una constante de la humanidad es
su fascinación a lo desconocido, pero esta se ve acompañada por la fascinación
a lo inalcanzable. La Luna y el Sol han fascinado por estar ahí colgados sin
haberse sabido muy bien qué son hasta hace poco más de quinientos años. El
resto de los objetos celestes han disfrutado a veces de pequeños cultos
individuales, aunque por lo general suelen ser mencionados en grupos. No es
casualidad que incluso las religiones monoteístas, esas que en los libros
vienen señaladas como “que no adoran las fuerzas de la naturaleza”, le den
tanta importancia al pabellón celeste. En el zoroastrismo, más o menos el
primer monoteísmo funcional, tiene como símbolo el gallo, como traedor de la
mañana. Las aureolas de los santos son símbolos solares. Los musulmanes usan la
Luna Creciente como símbolo de su religión.
Incluso los politeísmos tendían a un henoteísmo de la personificación del Sol,
como fue la reforma de Akenatón y el caso de los incas.
Tampoco podemos dejar de lado el fenómeno OVNI,
que aunque se revestía de capas de racionalismo y de ciencia dura, era un
variado conjunto de religiones sincréticas o creencias viejísimas, apenas
disfrazadas tras tres o cuatro términos. Un buen exponente es la película Encuentros
en la tercera fase, realizada por un Spielberg creyente en el contactoextraterrestre,
quien llegaría a declarar:
Spielberg also compared the theme of communication as highlighting that of tolerance. “If we can talk to aliens in Close Encounters of the Third Kind,” he said, “why not with the Reds in the Cold War?
En lo que supuso un nuevo intento
del ser humano para buscar en el universo una solución a sus problemas y dudas,
que no son precisamente algo pequeño. Callado el universo, la ufología se ha vuelto
cada vez más una parodia de sí misma (al principio lo era de la ciencia y de lareligión),
y si los hombres miran las estrellas, es por admiración estética.
Aunque esto no impide que surjan
nuevas creencias pedestres, una vez más por cosas vistas en el firmamento. Un
buen caso es el revuelo alrededor de las estelas químicas (chemtrails), aunque
conozco casos incluso más ridículos, como un tipo que se maravillaba de un espectáculo de fuegos artificiales y los comparaba con aquellos que nada más que miraban a sus
móviles, a esas “piezas de tecnología”. Se conoce, yo no lo sabía, que los
cohetes son naturales (quizás sean el fruto de algún extraño árbol).
Tampoco podemos ignorar el otro
elemento: el desprecio a las piedras preciosas, porque están en el suelo.
Teniendo en cuenta la época, la comparación de la belleza de las estrellas con
el de las piedras, dando por ganadoras a las primeras, se debe al aristotelismo
que consideraba perfecto cualquier elemento del universo externo a la Tierra
(esto es, los cuerpos celestes). No obstante, es curioso mencionar que esta
dualidad de Cielo (guay) contra Tierra (cutre) sobrevive, aunque con otros
argumentos. El fenómeno OVNI, ya mencionado, suele suponer que en esas
civilizaciones extraterrestres se ata a los perros con longanizas, y se llegó a
mezclar con cierta rama que empezó a considerar que la energía era un elemento
místico de carácter cósmico (posiblemente, por la idea de que varias de las
estrellas de nuestro firmamento son en realidad la luz emitida por dichas estrellas
hace ya años); en oposición una vez más a la triste y material (en contexto
científico, suena ridículo) Tierra. En un relato de Richard Matheson, hay un
escritorzuelo, descrito además como un pedante de letras inaguantable y
maltratador, que llega a opinar, entre otras mamarrachadas, que sus compañeros
catedráticos observan burdos pedruscos teniendo a las estrellas. Incluso en una
comedia como The Big Bang Theory, Sheldon muestra un claro menosprecio por la
geología y sus ramas.
Únase a eso que en Utopía se
muestra desprecio por el dinero, por lo que tiene otra ventaja la belleza
celestial: que es gratis. Se nota que Tomás Moro nació bastante antes de los
descubrimientos de Galileo. Hoy en día, más que por desprecio al dinero, la
grandeza celestial se usa para contraponer los problemas terráqueos y nuestras
preocupaciones como insignificantes ante la extensión del universo: el punto de
vista galáctico, usado por Carl Sagan en Cosmos y muchas veces usado en
películas como Ultimátum a la Tierra.
Curiosamente, como comentaba yo
aquí y escribió el ya mentado Richard Matheson, lo infinitamente grande y lo
infinitamente pequeño son quizás los terrenos donde, actualmente, el hombre
busca si no ya la divinidad, sí la belleza sobrecogedora que comparte sus
características: independencia, eternidad e inmensidad.