miércoles, julio 31

Al final, todo quedó en la raza.

Pues al final han declarado no culpable al tipo que, patrullando su barrio, se lió a tiros con un chaval. Las protestas no se han hecho esperar, en especial por los negros, que consideran que el principal motivo de que el tipo actuara así fue porque el chaval era negro. La otra parte del debate es el del control de armas, que desde luego tiene su parte de lógica. Desde que me enteré del caso, me llama la atención que casi nadie se haya planteado que fue absurdo de cojones que un individuo en plena formación de policía se dedicara a patrullar un barrio. Yo no sé si eso puede ser declarado delito, pero muy seguro no parece, vistos los resultados.

Claro que casi mejor es la opinión de una miembro del jurado, casada y con hijos, acerca del veredicto de no culpable: “ambos tienen la misma culpa en el resultado”. Claro que sí, señora: la misma culpa tiene un chaval que volvía de comprar golosinas que un tipo que va paseándose con una pistola ex profeso para usarla. La misma culpa tienen, cuando el chaval se volvió, ya alarmado, al tipo y le preguntó quién era, y el pistolero, que decidió pasar de guardián a interrogador y le preguntó qué hacía por allí. Nada de identificarse, que hasta lo hacen los vigilantes de pasillo de los institutos estadounidenses. Igual de culpable Zimmerman por patrullar sin pareja y de civil, cosas que debía de saber porque, repito, estaba preparándose para ser policía, que el chaval por salir mientras llovía y con una capucha puesta. Ustedes ya saben que si se pasean bajo la lluvia, viene un policía y te pone una multa. Culpabilísimo.

A mí me preocupan sobremanera las posibles consecuencias del caso en un país que, como Estados Unidos, tira tanto de precedentes legales. Parece que no, pero semejante veredicto condona no sólo la vigilancia vecinal por parte de inexpertos, sino también los posibles accidentes derivados de esta. A la gente le mosqueó muchísimo el posible racismo de Zimmerman, pero es ahora cuando le van a dar alas no sólo a los racistas, sino a cualquier chiflado con sospechas del vecino de enfrente. No es coña. Estados Unidos, en mi opinión personal, no debe de tener mayor porcentaje de gente exaltada que otros países, pero está claro por las estadísticas que esespecialmente violento. En otros países, una de dos, o los gobiernos se las arreglan mejor para controlar la cólera de sus ciudadanos, o simplemente la gente no tiene a su alcance los mismos medios para dañar el prójimo.

Y añádase que ya hay una cuestión racial de por medio: ya en la primera entrada que escribí sobre el tema, me escandalizó que Spike Lee casi diera inicio a un linchamiento (que sea de inocentes o no me da igual, lo siento) y que, no obstante, recibiera considerablemente muchas menos críticas. La sensación de inseguridad de la población negra estadounidense estaba ya lo bastante elevada y el resultado del juicio va a subirla aún más. Ya me figuro que esa vieja historia de un negro conduciendo, al que un policía le pregunta de dónde ha sacado el coche, va a volver a estar al día, sólo que ahora la pregunta será realizada por cualquier pistolero aficionado.

No es raro que Estados Unidos, construida desde una base inglesa, pero con contribuciones de lo mejorcito de todo el mundo, siga teniendo sus mayores problemas con la población descendiente de aquellos llevados en esclavitud hasta esa tierra. Pero también sorprende que, ante casos como este, el gobierno falle para tratar el asunto como lo que es: un asalto claro a los derechos del individuo. Aunque en este caso, se ha tratado de algo en apariencia tan trivial como el derecho a pasear por donde queremos.


miércoles, julio 10

Viendo la tele…

Miren que yo no soy partidario de machacar continuamente la televisión, a diferencia de algunos culturetas que lo hacen para demostrar un supuesto intelecto que no tendrían ni vendiendo su alma al diablo, pero sí lo soy cuando veo u oigo cosas que son para morirse.

Y me pasó el domingo, cuando zapeando, llegó mi viejo a una peli en que salía una niña encontrándose con su familia no conocida, gente de dinero (tópico excelso). Cuando la niña va informándose, llega al conocimiento de que su madre era una muchacha que se llevó mal con la familia por ser idealista y luchadora buenrollista (otro tópico excelso). Sólo se llevaba bien con el criado indio, de pelo largo, muy sabio (un tópico excelso más). Según su tía, estaba en contra de todo, del capitalismo, de la energía nuclear y del racismo (mezcla de varios tópicos izquierdistas), y según su tío político, calvo (atentos luego a esto), “salía con un melenudo con pinta de profeta, con media de carrera de filosofía por acabar” (tópico hippie). Bravo, todos en menos de un minuto.

Después, se descubre que el calvo era un malvado contrabandista o algo así. Nótese la comparación entre los melenudos, sabios, buenos, que votan a los partidos blandiblú de izquierdas; frente al calvo, explotador, mercantilista, prejuicioso, votante de la derecha rancia y carpetovetónica. Es decir, que los calvos son gente indigna de recibir confianza. Ríanse, ríanse, pero es lo mismo de los libros que publicaban aquellos psicólogos decimonónicos, según los cuales todos los asesinos tenían el pelo alborotado, como en el teatro de Shakespeare, si no recuerdo mal. Es como decía Seleucus cuando se quejaba de que un tío lo llamó “calvorota” por criticar los Premios Planeta: en otras circunstancias, a lo mejor lo habría llamado “negrata”.

El resto, se encuadra a la perfección en la entrada ya clásica de Copépodo, resumida por Imperator, de <i>Mentiras y gordas</i>: la cuestión es no ser un rebelde, sino parecerlo.


A mí no me importaría demasiado, si no fuera porque encima presumen de ofrecer una “programación de calidad”, lo que sólo se cumple con algunos programas y si se da la circunstancia de que te interesen. Por supuesto, en otros países pasa igual o incluso peor, allá fueran inventaron el <i>Gran Hermano</i> y <i>Gandia Shore</i>. De hecho, esta película es alemana. Cuando los alemanes imitan los tópicos usacas, llegan a superarlos.

Pero eso queda para otro día.