Desde que soy pequeño, he visto Los Simpson. En
cierto capítulo simplemente brillante, Bart y Milhouse acuden a su primer
concierto de rock. En este, la banda, llamada Spine Tap, canta una canción que
empieza tal que así:
“We are the children who grew too fast
We are the children of the future past”
Somos los niños que crecieron demasiado de prisa, somos los
niños del futuro pasado. ¡Qué gran verdad! Este blog lo empecé cuando tenía
veintipocos y miren ahora: ¡¡Ocho años y ocho meses!! Bonita cifra redonda para
dejarlo por acabado.
Quizás haya algún lector interesado en el por qué. Pues es
simple: hay otras cosas. Servidor es, aunque no paran de decirle que joven, lo
bastante mayor para ir planteándose una mejor estabilidad laboral, para tener proyectos
serios. Dejando a un lado que para esto la economía española no está ayudando
nada, estos proyectos no se reducen a tener familia o un curro bueno. Uno tiene
ambiciones y sueños de hacer algo más que limitarse a vivir.
Un dicho dice que todos deberíamos “plantar un árbol, tener
un hijo, escribir un libro”. La primera parte es bonita, la segunda requiere
colaboración (externalizar funciones, que diría un empresario modelno),
y la tercera parte parece complicada. Mas, no lo es, y es de hecho mentira.
Cualquiera escribe un libro. Escribir un buen libro, ahora sí, es difícil. Un
buen libro no tiene por qué ser, a diferencia de lo que piensan algunos
desnortados, un libro muy serio, también puede serlo divertido, como las
novelas de Terry Pratchett.
Además, siempre se podría pensar que la frase es
una metáfora, y no tiene que ser un libro. Desde luego, de momento no pienso
escribir un libro porque el mundo ya tiene los suficientes libros superfluos
como para que yo añada el mío. Fidias, sin ir más lejos, es conocidísimo por
sus esculturas. Como si no hubiera los suficientes medios artísticos en este
mundo. Queden mis mayores intentos literarios donde están, en esos dos conjuntos de
historietas: las Hilaridades y Crónicas de los Diez.
La primera (Primer relato, léanlo bajo su responsabilidad) quiso ser Los Simpson a la española. Sí, sé que ha habido intentos, pero no me convencieron. Básicamente, trataba de un grupo de chavales de instituto que se veían envueltos en situaciones disparatadas, que eran a su vez una burla de los problemas del país: la educación, los odios políticos que no llegan a ninguna parte, que somos un país lleno de ridiculeces, etcétera. Llegué hasta la octava entrega, aunque como tener, tenía ideas para cien.
La segunda (Primera y única entrada, como antes) intentó ser de un modo bastante triste
una especie de deconstrucción del grupo de héroes. Los susodichos Diez eran
unos simples diez jovenzuelos, en reparto paritario para tocar las narices, que se
iban a ver envueltos, muy a su pesar, en situaciones de descontento popular
donde destacarían por motivos realmente disparatados, hasta el punto de que llegarían
a ser identificados con los diez fundadores semimíticos de su país en ese
peculiar mundo, mismamente paritarios, . Por si alguien se lo está preguntando,
la idea se me ocurrió años antes del movimiento 15-M y otros similares (olfato
sociológico, según se ve, no me falta).
Ambas se quedaron ahí. Viéndolo en perspectiva, he podido
ver cómo se han hundido miles de webcómics en el ínterin junto a mis historias.
Pero a diferencia del proverbial tonto que se consuela con el mal de muchos,
creo que he aprendido de este mal que ha afectado a tantos:
- No basta con tener claros unos personajes, hay que tener claro el mundo en que se mueven (aunque luego este sea el más prosaico que se pueda pensar) y cómo están limitados. Eso me pasó en las Hilaridades.
- Tampoco basta con tener claro el mundo si de tus personajes sólo tienes ideas que te han inspirado esta y aquella obra, o incluso la vida real (como en tantos casos); hay que tener claro cómo se relacionan entre ellos y cómo se mueven en ese mundo. Tal me ocurrió en Crónicas de los Diez.
Si se fijan, en el fondo la cagué porque consideré a los
personajes como puntos en el espacio, cuando son más bien volúmenes que se
mezclan con el escenario. Por eso es que tantos y tantos webcómics de estos últimos años copian sin más My Little Pony y también que las primeras obras literarias
sean épicas sobre personajes mitológicos: tienes hecho a los personajes, cómo
se relacionan y su mundo, así que sólo tienes que crear nuevas aventuras y
anécdotas sobre ese modelo, ya establecido.
Aunque los chavales de las Hilaridades estaban lo
suficientemente definidos, su mundo no, porque lo tomé directamente de Los
Simpson y de mi adolescencia sin imaginar lo que costaría describir esa mezcla.
Aunque el mundo de los Diez tenía historia, política y hasta había países que
ejercían influencia cultural y esas cosas, los propios Diez tenían la
personalidad de un electrón cuántico y se relacionaban como los gases nobles;
lo que para unos héroes, aunque sea un poco por casualidad y debido a un estrambótico
malentendido, es inverosímil.
Y todavía yo tuve el fino detalle de intentar recrear a los
personajes, aunque tarde. Sé de webcómics, que no pienso nombrar por compasión,
cuyos personajes estaban copiados de aquí y de allá con apenas retoques y cuya
originalidad estaba donde la ha perdido Shia Labeouf, presumo. Por lo tanto,
tal como lo veo yo, el plagio es una forma de pereza: del mismo modo que, si no
estudias, sacas un cate del tamaño de una catedral, si no reflexionas en TODOS
los aspectos de tu obra, la pobrecita será en efecto una castaña monumental.
Al menos, me consuela que no acabaran siendo eso, y que sólo
son un proyecto frustrado de juventud. Porque el Ozanu/Ozanúnest que intentó
escribir esas obras ya no existe. Quizás podría planteármelo con las
Hilaridades sin que fueran lo mismo, pero Crónicas ya ha se ha anquilosado. Primero, porque si la fuera
a publicar ahora, aun con personajes excelentes, la gente pensaría que es una
alegoría del ya mencionado 15-M, y con toda la razón del mundo. Segundo, porque
la ha sustituido una idea, hija suya, más compleja y hasta con más mala leche.
Si ya Crónicas de los Diez se reía un poco de las historias
épicas, siempre tan fidedignas porque las inspira un ser
invisible sin nada mejor que hacer; en esta nueva idea ya la historia
principal, nos dicen, es mentira. Este personaje que así nos habla es una
estudiosa que ha estudiado previamente la obra y
nos presenta su traducción, que nos comenta abundantemente, como estos responsables de edición
que se entusiasman y te ponen notas en cualquier momento. Bueno, decir que es
mentira es exagerar, porque nos aclarará con sus al fin y al cabo pertinentes
notas que existe una base histórica para la historia, pero que esta ha sido
manipulada por agitadores políticos y seguida por una masa ignorante de los
hechos, distorsionados por el boca a boca. En sí, la historia nos habla del
valiente Pintiño y de sus aventuras con sus amigos, que parece que nunca se
equivocan y que todo les sale bien, ¡me cago en la mar salada! Pintiño es
fuerte, listo, simpático, las chicas se mueren por sus huesos excepto si son
lesbianas y además practica un curioso estilo de lucha, “que si fuera oriental,
algunos llamarían arte marcial”, a lo que la crítica añade “muchos necios no
captan la ironía, pues “arte marcial” al principio eran sólo, y son ahora con los otros, orientales o no, el boxeo, la
esgrima y la lucha”.
La traductora nos desvelará que, si bien ella misma ve en
Pintiño un tipo admirable, incluso más por haber sido un simple humano, sus hazañas han sido no sólo exageradas, sino a veces robadas de otros héroes
asimismo admirables, pero que no han calado en el imaginario popular. También,
que si bien era guapete, la idea de que dos de sus amigas eran lesbianas era
falsa y que es, incluso, una patética excusa para ocultar el hecho de que una
tenía de novio al hermano de la otra; pues los agitadores estaban influidos por
el tópico hollywoodiense de que el héroe ha de quedarse a la chica después de
enfrentarse al prometido oficial de esta y no les parecía “heroico” que Pintiño
no se hubiera tomado la molestia de hacerlo.
Como ven ustedes, la idea es difícil. En realidad son dos
historias: la auténtica y la pergeñada por los engañabobos. Por un lado, la
historia de la literata dependerá de su nivel de formación, así que es
verosímil que sea muy fidedigna, ¿pero cómo es una historia creada para engañar
al pueblo? Por un lado, me arriesgo a hacer una historia que parezca una
parodia bufa de una película de Hollywood e incluso de las historias religiosas,
pero por otro lado hay que reconocer que aspectos de V de Vendetta y Kon-Tiki
casi que lo son involuntariamente, que ya clama al cielo. Como que es ya
difícil, a veces, de creer que el cristianismo haya calado con tantas contradicciones
en la mismísima Biblia.
Además, por si no fuera poco con esta idea, hay otra, que
sería algo así como el hijo bastardo de Crónicas de los Diez, en cuyo título no
he pensado, e iría sobre, ahora sí, un superhéroe, llamado Julio, que gana sus
poderes, como en la más señera tradición del género, por accidente. Como que es
el simbionte que en su día llevara Spiderman y luego llegaría a ser la base de Veneno…
Pero desde otro punto de vista. Una cosa que a mí me fascinó del simbionte de Veneno
era que copiara las características del anterior huésped, incluyendo sus
recuerdos y sus habilidades. Me llamó la atención por el potencial que tenía
semejante monstruo, porque si admitimos que lo que llamamos personalidad es el
conjunto de recuerdos y de ideas de una persona, ¿no estaría copiando a la
persona per se y arriesgándose a que el nuevo huésped acabara influido por esta,
quizás dramáticamente? Cuando el huésped actual usa habilidades de otro
anterior, ¿las aprende o es como si le hicieran los deberes/lo copiara en
internet? Tal como quiero plantearlo, al principio sí es como si le soplaran la
respuesta, y así, para sorpresa de sí mismo, se verá capaz de hablar idiomas
que ni siquiera conoce, pero sólo cuando le hablan o lee en ese idioma; para
después, con práctica, acabar aprendiéndolo, eso sí, más rápido que alguien sin simbiontes que valgan.
Esto mismo lo aplicaré con las habilidades y poderes: al
principio las usará “en automático” y se verá en problemas cuando se dé cuenta
de que los otros huéspedes eran distintos (más altos, por ejemplo) y que tiene
que adaptarlas a su propio físico. Por último, tendrá problemas con dos
huéspedes, cuyas personalidades parecen ser más insistentes que las de los
demás y parecen decididos a continuar sus anteriores vidas y filosofías de vida
a través del joven Julio. No será el único superhéroe, de hecho tendrá
compañeros, aventuras y un montón de emoción, pero sin olvidar cierta mala
leche. En este caso, la centraré en cierta variedad de ciencia-ficción moderna
que se puede reconocer en este artículo. Autores que insisten en la FE, en el
aiwannabiliv, que parece no saber qué coño es la ciencia: positivismo impenitente.
Vale que no toda la ciencia-ficción tiene que ser científicamente verosímil, pero
un poco de lógica no viene mal. Como dice Ursula K. Leguinn, un mundo de
fantasía tiene que ser internamente tan coherente como la vida real: si en un
mundo los orcos llegan a ser directivos de empresas, nadie debe sorprenderse a
no ser que quieras reflejar discriminación racial. Asimismo, la fantasía no
debe ser una excusa para que el protagonista resucite del modo más ridículo
posible. A Obi-Wan se lo carga Darth Vader, y punto. Así, Julio y sus cuates
pueden hacer grandes cosas, pero no todas.
Por otro lado, relacionado con esto, quiero reflejar el
indiscutible enemigo de la humanidad: la estupidez, contra la que no puede ni Superman.
Julio encontraría que no puede ayudar a la gente, no tanto por incapacidad ni
falta de solidaridad como sí porque le piden imposibles, o lo que le piden es a
largo plazo perjudicial y prefiere negarse, recibiendo así las críticas de un
pueblo que no quiere entender que no existen los milagros.
Por último, hay otra idea. Giraría en torno a una muchacha
de la Anatolia de la Edad de Hierro que, capturada durante una incursión pirata
para ser vendida como esclava en una metrópolis lejana dentro de los transportes de le época, se fugaría por un azar
del destino e intentaría volver a su casa. En el camino, va encontrando
compañeros igualmente desfavorecidos y acaban uniéndose a ella con la esperanza
de abandonar sus miserias. El final lo intentaré hacer sorprendente, claro. En
sí, es una vuelta al hogar, pero tengo cierto interés por hacer que el relato
sea fidedigno a la época descrita. En parte, porque me gusta mucho la
literatura que trata de esa época y conozco varios usos y costumbres. También,
porque no quiero caer en lo mismo que John Boyne: hacer personajes ridículos,
que piensan como hoy en día cuando se supone que viven en un mundo totalmente diferente.
Por último, porque quiero evitar esa especie de “mundo antiguo”, tan frecuente
en obras de fantasía e incluso en algunas supuestamente no de ese género,
porque tengo claro que no le daría originalidad. Por ejemplo, este tebeo que vi
hace nada en el Fnac ha sido descrito como un trabajo brillante montado sobre la obra
eternamente plagiada de Tolkien. Personalmente, prefiero arriesgarme y darle mi
propio toque.
Por supuesto, estos proyectos, así como mis problemas vitales,
vienen ya de antes. No es como si haya decidido abandonar el blog para
centrarme en estos, sino que los preferí a este inconscientemente. Este blog ha
tenido una larga vida con mejores y peores momentos, hasta hubo una vez que lo
abandoné por un tiempo, pero esta vez tengo algo más apetecible en mente.
Además, dudo mucho que lo vuelva a usar si uno solo de estos proyectos llega a
realizarse: como con las Hilaridades y Crónicas de los Diez, son propiedad de
otro Ozanu/Ozanúnest que ha ido desvaneciéndose poco a poco (las últimas
entradas son ya más del nuevo). Así, me despido como bloguero, pero no como
comentarista, pues creo que el peculiar apodo tiene ya demasiado peso para que
deje de existir fácilmente. ¡Saludos! Ha sido maravilloso.