martes, septiembre 25

Αγεωμέτρητος μηδείς εισίτω, que decía Seleucus.


Pues vuelvo a actualizar el blog. Muy al contrario de la mayoría, no lo dejé por estar de vacaciones, de hecho he estado trabajando, pero la mayoría de mis lectores estaban de vacaciones y jamás me ha ido predicar en el desierto.

Bien, esta primera entrada posvacacional es, en su totalidad, una respuesta a un comentario de Lansky. <i>Tempus fugit</i>, ya acabado el curso de repaso y quizás vuelva a trabajar en esa empresa. Hablaré de cómo he visto a estos alumnos en matemáticas.

La novedad más importante para mí han sido los exámenes, pues he estado por primera vez al otro lado de la trinchera, por usar una manida metáfora bélica. El caso es que los resultados no me han alegrado demasiado. Digamos que en su mayoría han sido simplemente regulares: aprobados simples, justitos. En el caso de una minoría, es especialmente nefasto. En otra, es bueno pero sin ser excelente. Y no, no se puede decir que tenga muchos alumnos por aula y no pueda atenderlos a todos.

La verdad sea dicha, es frustrante. Entendería que fallasen en dos o tres preguntas, pero no comprendo que dejen dos o más sin contestar de ocho preguntas. No creo, con franqueza, haber sido tan mal profesor. De hecho, me atrevo a decir que ha sido al revés.

Incluso se ha dado la perversa circunstancia (no puedo darle otro nombre) de que, aunque parte del temario de cursos superiores es un repaso del que se da en cursos inferiores, algunos alumnos veteranos han contestado peor el mismo tipo de pregunta que sus compañeros más jóvenes. Para más inri, es interesante comentar que en el temario se imparte perfectamente ese tema de repaso.

¿La culpa? Pues los alumnos tienen mucha, incuestionablemente. Si un chaval de 17 años no tiene del todo claro lo que puede hacer otro de 15 perfectamente, es que tiene que repasar. Por otro lado, sus profesores de matemáticas han fallado en algo fundamental: transmitir pensamiento matemático, algo que en ciencias es tan fundamental como saber leer y escribir. No entiendo cómo pueden liarse en cosas tan elementales como la regla de tres, que es la misma base de la conversión de unidades.

El mayor problema de las enseñanzas de las ciencias naturales es que se le supone al alumno la capacidad de leer matemáticamente un ejercicio. Después de haber advertido estas dificultades, no me quedó más remedio, teniendo sólo dos meses para ayudarlos a recuperar la asignatura, que entregarles ejercicios con resultados (que no resueltos) para que practicaran. Por supuesto, algunos no han hecho ni puñetero caso y casi he tenido que hacerles la guerra.

Es como un alumno de bajo nivel de lectura: la única solución es que practique mientras se le enseñan los conocimientos específicos que debe leer (las ecuaciones, las unidades, etc).

A la próxima entrada, me extenderé un poco en este problema con el ejemplo del álgebra y expondré ejemplos de cómo leer matemáticamente un ejercicio.

2 comentarios:

Lansky dijo...

Uff.

Yo creo que las dos profesiones más duras que hay son la de minero y la de maestro/profesor, aunque no son sinónimos. Yo te tenido, por desgracia y como todos, pocos verdaderos maestros, aunque para llegar hasta el doctorado tuve necesariamente muchos profesores.

Tú, amigo Ozanu, y es un gran elogio, creo que vas de maestro y eso les servirá como siempre a unos pocos, porque para que el maestro funcione se necesita la otra parte: alumnos deseosos de aprender. Y eso escasean tanto como los maestros de verdad.

Un abrazo y que te sea leve, que no creo

capolanda dijo...

Gracias por el elogio. Lo cierto es que han aprobado la mayoría, pero lo que no tengo tan claro es cuántos han aprendido de los errores que los llevaron a recuperar.

Ya no sólo es esto es imprescindible, sino que es fundamental para el paso siguiente: saber cuándo el propio sistema falla, que acabará haciéndolo por los continuos cambios educativos, etc.