Pues vuelvo a actualizar el blog.
Muy al contrario de la mayoría, no lo dejé por estar de vacaciones, de hecho he
estado trabajando, pero la mayoría de mis lectores estaban de vacaciones y
jamás me ha ido predicar en el desierto.
Bien, esta primera entrada
posvacacional es, en su totalidad, una respuesta a un comentario de Lansky. <i>Tempus
fugit</i>, ya acabado el curso de repaso y quizás vuelva a trabajar en
esa empresa. Hablaré de cómo he visto a estos alumnos en matemáticas.
La novedad más importante para mí
han sido los exámenes, pues he estado por primera vez al otro lado de la
trinchera, por usar una manida metáfora bélica. El caso es que los resultados
no me han alegrado demasiado. Digamos que en su mayoría han sido simplemente
regulares: aprobados simples, justitos. En el caso de una minoría, es
especialmente nefasto. En otra, es bueno pero sin ser excelente. Y no, no se
puede decir que tenga muchos alumnos por aula y no pueda atenderlos a todos.
La verdad sea dicha, es
frustrante. Entendería que fallasen en dos o tres preguntas, pero no comprendo
que dejen dos o más sin contestar de ocho preguntas. No creo, con franqueza,
haber sido tan mal profesor. De hecho, me atrevo a decir que ha sido al revés.
Incluso se ha dado la perversa
circunstancia (no puedo darle otro nombre) de que, aunque parte del temario de
cursos superiores es un repaso del que se da en cursos inferiores, algunos alumnos
veteranos han contestado peor el mismo tipo de pregunta que sus compañeros más
jóvenes. Para más inri, es interesante comentar que en el temario se imparte
perfectamente ese tema de repaso.
¿La culpa? Pues los alumnos
tienen mucha, incuestionablemente. Si un chaval de 17 años no tiene del todo
claro lo que puede hacer otro de 15 perfectamente, es que tiene que repasar.
Por otro lado, sus profesores de matemáticas han fallado en algo fundamental:
transmitir pensamiento matemático, algo que en ciencias es tan fundamental como
saber leer y escribir. No entiendo cómo pueden liarse en cosas tan elementales
como la regla de tres, que es la misma base de la conversión de unidades.
El mayor problema de las enseñanzas
de las ciencias naturales es que se le supone al alumno la capacidad de leer
matemáticamente un ejercicio. Después de haber advertido estas dificultades, no
me quedó más remedio, teniendo sólo dos meses para ayudarlos a recuperar la
asignatura, que entregarles ejercicios con resultados (que no resueltos) para que
practicaran. Por supuesto, algunos no han hecho ni puñetero caso y casi he
tenido que hacerles la guerra.
Es como un alumno de bajo nivel
de lectura: la única solución es que practique mientras se le enseñan los
conocimientos específicos que debe leer (las ecuaciones, las unidades, etc).
A la próxima entrada, me
extenderé un poco en este problema con el ejemplo del álgebra y expondré
ejemplos de cómo leer matemáticamente un ejercicio.
2 comentarios:
Uff.
Yo creo que las dos profesiones más duras que hay son la de minero y la de maestro/profesor, aunque no son sinónimos. Yo te tenido, por desgracia y como todos, pocos verdaderos maestros, aunque para llegar hasta el doctorado tuve necesariamente muchos profesores.
Tú, amigo Ozanu, y es un gran elogio, creo que vas de maestro y eso les servirá como siempre a unos pocos, porque para que el maestro funcione se necesita la otra parte: alumnos deseosos de aprender. Y eso escasean tanto como los maestros de verdad.
Un abrazo y que te sea leve, que no creo
Gracias por el elogio. Lo cierto es que han aprobado la mayoría, pero lo que no tengo tan claro es cuántos han aprendido de los errores que los llevaron a recuperar.
Ya no sólo es esto es imprescindible, sino que es fundamental para el paso siguiente: saber cuándo el propio sistema falla, que acabará haciéndolo por los continuos cambios educativos, etc.
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