viernes, octubre 28

One Piece, espejo y tesoro del anarcocapitalismo.

Por Liberto de Dios

Mientras mi hijo contemplaba la oferta televisiva de Boing (propiedad de TeleCinco, compañía privada), siempre más óptima que la de Clan, vi una extraña serie. Esta serie se llamaba ONE PIECE (no la escribo con mayúsculas porque sea gilipollas, sino porque en la propia serie pronuncian el título como si gritaran), y me sentí asombrado cuando oí el siguiente diálogo (no es exacto, pero el sentido se conserva):

-¡Alto ahí!-esto lo grita un sujeto con aspecto de delincuente peligroso, digo de funcionario-Para desembarcar en NUESTRA COSTA, se debe pagar un IMPUESTO.
-¿Ein? ¿Qué es un impuesto?-pregunta un chaval que parecía ya vestido para pasar el día tranquilamente en la playa.
-Pues es UN DINERO QUE HAS DE PAGAR, QUIERAS O NO-le contesta una chavala pelirroja.

¡Qué sorpresa me llevé! Nunca, pensé emocionado, había oído en una obra una denuncia más clara del carácter básicamente depredador del estado. ¡Y pensar que eran dibujos animados! Entonces, decidí consultar con mi socio esporádico no beneficiario (en palabras vulgares, amigo) Ozanúnest, propietario de este blog (un medio, como TeleCinco, privado, aunque esté publicado en un servicio gratuito). Desde que lo conocí, sé que Oza (para abreviar, ¡porque vaya pseudónimo, hijo mío en un sentido no legal!) ha sentido bastante debilidad por los dibujos animados, y además sé que tiene cierto conocimiento tangencial de otros sectores artísticos infrarrepresentados por las agencias de información parcialmente parasitadas y parasitarias de los cómplices del holocausto ministerial.

Como Oza siempre sugiere cuando queda con alguien, fuimos a un bar famoso por sus tapas de jamón. Después de sentarse en la mesa, cruzar las piernas sobre la misma y apoyar el codo izquierdo sobre el muslo del mismo lado, Oza se quedó mirándome con interés, y habló así:

-Bueno, decías que querías información que sólo yo puedo darte. Te advierto que ya no me dedico a las apuestas de gamusinos, que es un negocio muy sufrido.
Le expliqué brevemente el tema, y su rostro se iluminó por la sorpresa y la conmoción.
-¡Coño, eso va a ser One Piece! Esa escena, uno que va con un sombrero de paja, una tía pelirroja… Créeme, es lo más fácil que me han preguntado en la vida, excepto lo que aquel afeminado me preguntó en aquel pub. ¡Joder, qué pedo llevaba el muy cabrón!-se ríe, y echa un buen trago a mi salud, pues pago.

Yo le expliqué que tenía ganas de conocer todos los detalles de la historia. Ahí dejó de reírse y me miró muy serio.

-Pues empiezo ya, porque son cincuenta tomos y aún queda la mitad, ¡manda huevos la cosa! Bueno, empiezo por el origen.

Como resulta que es realmente muy largo, sólo comentaré que One Piece se basa en el tebeo (o el manga si, como dice Oza, “eres así de otaku”) de Eiichirō Oda, publicado en la revista Shōnen Jump desde el 4 de agosto de 1997. Dentro del justo sistema de libre competencia japonés, basado en que si los lectores votan poco por tu serie, te vas a la calle. Oda no sólo consiguió el éxito, sino una adaptación animada, lo que es costumbre en ese territorio fuertemente empresarial si tienes mucho éxito. A partir de ahí, continuó ascendiendo. Según Oza, este dibujante gana la respetable cantidad de veinte millones de euros, dos terceras partes por derechos de autor (tebeo, serie, juegos…) y una tercera por derechos sobre los personajes (figuritas, etc). ¡Qué modelo a seguir!

¿En qué se basa este triunfo? ¡En los valores agoristas! Estos son representados por el protagonista, Monkey D. Luffy. Este chico, según Oza, forma parte del tipo de personaje llamado "plástico", un poder consistente en ser elástico. Estos personajes fascinan al público porque pueden adoptar cualquier forma y saltar cualquier barrera.

-¡Incluyendo las barreras fiscales!-exclamé.
-¡En efecto, en efecto!-dijo Oza, acabando con otro plato de jamón, alternando magistralmente la ingesta de alimento con la narración de las gestas de este joven. ¡Ah, lengua, máxima expresión de sabiduría popular!



Luffy, evadiendo al fisco.

Luffy no nació con este poder, me advierte Oza. Se volvió elástico cuando conoció al que sería su ídolo, el pirata Shanks, hecho que lo inspiraría para llegar a ser el Rey de los Piratas.

-¡Ah!-exclamé nervioso-¿Pero es un pirata?-esto podía ser contrario a la doctrina de la no agresión.

Pero Oza me tranquilizó. Aunque Luffy y sus amigos sean piratas, en realidad sólo se han dedicado a navegar por el mar en un barco, regalo del amigo de uno de sus tripulantes que ahora pertenece a toda la tripulación. La violencia siempre viene por parte de otros.

-¿De otros piratas?
-Y de la marina de ese mundo de fantasía, que también se las trae.

¡Ahí ya me siento emocionado! Empieza a explicarme que, hasta donde se sepa, ninguno de los piratas considerados buenos ha usado la expoliación de otros, a no ser que estos otros hayan aceptado esto como la libre competencia. Sin embargo, los malos piratas y el gobierno, prácticamente por sistema, usan la agresión y expolian al primero que pasa.

Así, Luffy es el empresario puro: ese que, por querer ser libre y buscarse la vida por su propia cuenta, acaba siendo perseguido por el totalitarismo. Su pureza se ilustra en el hecho fundamental de que no sabe qué es un impuesto. ¡Envidiable inocencia!

El resto de la banda de Luffy también se caracteriza por la ambición: todos tienen algún sueño personal que varias circunstancias, siempre opresoras, siempre obstaculizan. Eso ocurre hasta que Luffy llega y castiga al opresor, proponiendo siempre al nuevo miembro unirse a él bajo un contrato verbal no formalizado. ¿Hay alguna otra forma más pura de agorismo?

Un ejemplo de cómo se ilustran correctamente los principios austríacos es el siguiente: resulta que la chica pelirroja, Nami, había pertenecido anteriormente a otra banda de piratas. Pero resulta que estos otros piratas expoliaban cruelmente su pueblo, con el silencio cómplice de la siniestra garra estatal de ese mundo, cuyo funcionario local cobraba un soborno. ¡Ah, Babilonia, la más vieja de las meretrices, que corrompes a otros en tus artes!



El jefe de la susodicha banda es una especie de pescadilla mutante, lo que nos recuerda inevitablemente al nefasto Leviatán, de Thomas Hobbes. El estado, tomándola con una pobre chiquilla.

El caso es que la chica entró a formar parte de la banda obligatoriamente, sin que sus derechos en tanto que humana naturalmente nacida fueran respetados. Pero tan pronto como el protagonista la vio, le propuso ser de su banda. La muchachuela se lo tomó a broma, pero luego se sintió ilusionada… hasta que recordó sus cadenas.



¡Y qué bien nacida!

Cuando Luffy oye la historia, su honor como empresario que viaja libremente por el mar sin pagar impuestos se siente ofendido ante el atropello de los derechos más fundamentales de esta joven trabajadora, que simplemente ambiciona hacer un mapa de todo el mundo (al parecer, esta hazaña sigue pendiente en este singular cosmos). Por supuesto, los rufianes que esclavizan a esta chica explotan su talento sin remunerarla como es debido. Finalmente, en un momento muy épico, Luffy acaba con el Leviatán y le grita a Nami “que tú te vienes conmigo”. La chica, con un simple asentimiento, acepta.

Esto demuestra la necedad de quienes dicen que, de no intervenir el estado en esta clase de conflictos, la muchacha pelirroja habría acabado en manos del más fuerte como un vulgar saco de patatas. De hecho, esta acción tan libertaria es el comienzo para Luffy de la persecución gubernamental. ¡Ah, la libertad!

Curiosamente, esta ética también es llevada a cabo en el sentido contrario: si bien Luffy y sus socios en la navegación libertaria rompen cadenas allá por donde pasan, también a veces parecen optar por lo contrario. Resulta que Shanks, el ídolo de Luffy, dejó que un energúmeno lo apaleara en una taberna (libertaria, pues no siguen los dictámenes gubernamentales de no relacionarse con piratas). Luffy lo puso de tonto y de cosas peores, pero el golpeado simplemente se rió. Más adelante, cuando este mismo energúmeno amenaza a Luffy, aún un chiquillo indefenso, el tal Shanks apalea al tipejo y a su cohorte de mamarrachos. El episodio impresionó tanto a Luffy, que él mismo se deja apalear más adelante. ¿Por qué hace tal? Muy fácil: por la libertad. Tanto Shanks como Luffy rechazaron el uso de la violencia porque en tales momentos no les apetecía, simplemente. ¿Acaso puede parecer contradictorio? No, porque ambos están dotados de resistencia sobrehumana y dos o tres mobiliarios destrozados contra sus cuerpos es poca cosa. Se pueden permitir ese lujo. Lo que jamás podrá permitirse es el lujo de romper sus espíritus.



Esto también ridiculiza a quienes dicen que la ausencia de policía nos llevaría al oeste, ¡ja! ¡Nos llevará a la filosofía de la otra mejilla, la filosofía de la libertad!

Pero donde se expone con grandes letras la competencia libre es en un número de episodios, que según Oza se llaman colectivamente como el arco de la banda Baroque. En este, los Sombrero de paja® ayudan a una princesa, llamada Nefertari Vivi, a recuperar su reino, un desierto llamado Alabasta. ¿Contradictorio con el espíritu de la serie? ¡En absoluto! Resulta que la princesa se metió en la mencionada banda cuando descubrió que son los responsables de una malvada conspiración que se cebó con el buen nombre de su padre. Ella entendió que esto iba en contra del principio de agresión y en vez de pedir ayuda al corrupto gobierno mundial, decidió luchar en el mismo terreno para recuperar su reino. ¿Qué diferencia a esto de la heredera de una empresa que lucha por mantenerla a flote? ¡Nada!



¡Ya podría aprender muchos aspirantes a coronas europeas!

Además, los Sombreros de paja® la ayudan a cambio de un intercambio económico, ¡faltaría más! Por si fuera poco, hay otro buen motivo para ayudar a esta princesa: el líder de la banda es un corsario, esto es, un pirata que trabaja a sueldo del corrupto gobierno para combatir a otros piratas, a cambio de entregar un cierto porcentaje de sus beneficios. “¡Un traidor entre nosotros!”, piensa Luffy, airado, y decide acabar con ese tipejo.



¡Esquirol!

Durante el largo periplo de la princesa, esta acaba llegando a un reino donde la seguridad social llegó a ser autoritaria hasta el punto de que el rey de aquellas tierras acabó por quedarse a todos los médicos para su uso personal, prohibiendo terminantemente que cualquier otro galeno trabajara por libre. La primera de las agoristas se escandaliza terriblemente ante este crimen criptosocialista. No obstante, llegada a su reino, la misma joven se entera de que el “bendido” (o “vandido”) de su rival se hace el héroe y rebela a las masas contra su padre. De pronto, la acomete el sincero deseo de evitar que la gente muera manipulada y decide intentar detener a los rebeldes, cosa que mosquea tanto a Luffy que ambos se enfrentan físicamente. Ante la pregunta de ella de si es malo no querer que muera la gente, él le responde firmemente que la muerte es parte de la vida. Ella descarga su rabia contra él, y cuando se tranquiliza, él simplemente le dice que ella debe hacer lo que pueda por recuperar lo suyo, que para eso ya la ayudará, pero que no servirá de nada detener a los rebeldes. ¡Pues claro que no! Ella llora cuando se da cuenta de la revelación. Se puede ser humanitaria, pero se empieza salvando a los demás sin su aprobación y se acaba expoliando la medicina. Tanto derecho tienen los rebeldes como ella de hacerse con el control de Alabasta, S.C.U.



¡La tierra para el que la trabaja!

Al final, cuando Vivi recupera la empresa familiar, Luffy le ofrece un puesto en la banda, pero ella declina cortésmente porque prefiere seguir con la tradición familiar. Ya se sabe que las mujeres son menos arriesgadas para los negocios y para cualquier cosa en la vida. Ni que decir tiene que el perverso estado mundial se adjudica el mérito de la captura del corsario y decide aumentar la recompensa por Luffy y sus socios por pura y dura envidia, ¡con dos narices!

En resumen, si es usted un campeón de la libertad, eduque a sus hijos con esta serie. Al menos, le saldrá más barato que a mí. Muchas gracias a Ozanúnest por dejarme usar el blog.

P.D de Ozanúnest: No hay de qué, majo. Para la próxima, me apetece irme de cañas.

4 comentarios:

Lansky dijo...

¡Me encanta esta serie de piratas! A mi me envició mi compincha P

capolanda dijo...

¡Qué sorpresa! Yo me aficioné cuando la empezaron a emitir cuando aún iba al instituto. Personalmente, creo que Boing hace bien en emitir animación sin mirar un público objetivo, así todo el mundo puede encontrar algo que le guste. Justito lo contrario que la cadena principal.

Lansky dijo...

nosotros la veíamos los fines de semana por las mañanas, creo que en tele 5

capolanda dijo...

Creo que debió de ser cuando yo iba al instituto. Claro que hace años que no veo Tele 5.