viernes, septiembre 30

Cómic italiano.

Y quiero terminar esta serie de artículos a la cual ha dado ocasión el manga del Papa para hablar de un asunto polémico: el manga español.

-¿Manga español? ¿¿Manga español?? ¡Ven aquí, pequeño bast…!

¡Tranquilos! Sólo quiero discutir su existencia. Como se vio en la primera parte, mucha gente está empeñada en llamar a esos libros que cuentan historias a través de viñetas con varios nombres, en vez de conformarse con uno. Los otakus son uno de estos grupos. Un otaku viene a ser un friqui, pero que sólo se fija en lo japonés. Bueno, en lo que ellos consideran lo japonés: manganime.

-¡Perdona, pero eso es un tópico! En los salones del manga puedes encontrar talleres de shōgi, origami, caligrafía japonesa…

¡Vale, muy bien! Indiscutible. Sí, me parece bien. El caso es que se aplica la siguiente nomenclatura:

• Se lee hacia la izquierda, manga.
• Se lee hacia la derecha, cómic/tebeo/novela gráfica/…

Bueno, en realidad no, porque también hay una discusión relacionada con la estética. Hay quien dice que si una cosa con viñetas sigue los cánones del manga, el producto debería llamarse manga en vez de cómic, aunque se dibuje en la Resolana.

Y claro, la gente no se pone de acuerdo. ¡Cualquier logra aclarar algo! Como comentaba en el primer artículo, ¿que la narrativa de The Authority se acerque al manga lo hace definible como tal o no? ¿Dónde está la frontera?

¿Y qué se entiende por estilo manga? Habrá quien diga que cuando hay ojos grandes, pero es que eso también ocurre en Casper, en Betty Boop y en las películas de Disney. Además, dentro del estilo japonés hay un gradiente de detalle desde Shin-Chan hasta gente como Takehiko Inoue. Por lo general, cuanto más realista es una historia, tanto más probable es seguir una anatomía realista. Por supuesto, esto suele importarles un carajo a los practicantes del animu que mencioné en mi primer artículo, y te dibujan a Montag, el protagonista de Farenheit 451, como un chavalillo mono, a pesar de que, por la descripción dada en el libro, no es tan joven ni puede ser mono después de tantas quemaduras durante su faena diaria. En cierto sentido, esta gente piensa como Dan Brown: si para el escritor un buen personaje es alguien apuesto, para los del animu un buen personaje es necesariamente mono.

En realidad, no es la primera vez que se copia lo extranjero, pero sí que haya un debate respecto al nombre. El príncipe Valiente inspiró El capitán Trueno. Franquin marcó el camino de muchos dibujantes españoles, y nadie reclama que los tebeos de los seguidores sean llamados BD. Más que nada, porque a alguno le daría un ataque de ictericia como mínimo.

Pero en ADLO! llegué a leer cómo Hernán Migoya lo explica mejor en un artículo acerca de los fumetti (tebeos italianos):

Sólo la cultura italiana ha sido capaz durante el siglo XX de lanzarse al cultivo de su propia interpretación de la cultura estadounidense, proveniente y saqueadora a su vez, como muchos sabéis, de todas las demás mitologías. Mientras tanto, los españoles, mucho más tímidos y con un mayor sentido del ridículo y la hipocresía, nos hemos refugiado en la parodia de dicha mitología de raíz anglosajona, empresa donde el que tira el dardo siempre se queda a resguardo.

Y es verdad. Por supuesto, hay obras no paródicas, pero es posible afirmar que el cómic español, como el italiano, se basa en la interpretación propia de la mitología más popular de su momento. Tal como lo veo yo, el “manga español” sigue la tendencia observada desde siempre en España. Siguen siendo tebeos.

* O como dirían ellos, “kawaii”.

2 comentarios:

Paloma Polaca dijo...

Profundos conocimientos tienes. He de reconocer que me cuesta trabajo comprender este tipo de posts, hay muchos conceptos y definiciones totalmente nuevos para mí. De todas formas se agradece que des a conocer este tipo de detalles, siempre se puede aprender algo de este mundo.

Un saludo Ozanu.

capolanda dijo...

¡Tampoco te creas! En ADLO!, La cárcel de papel y en muchos sitios saben un montón más que yo.

Pues espero no pasarme con las definiciones, no vaya a ser que aparezca en Cultureta Watch ¡jujuju!

Para resumir un poco estas tres entradas (espero que no me quede más largo este comentario que cauquiera de estas), lo que yo quiero decir es que muchas veces se busca ser intencionadamente manierista. Quiero decir, muchos de los que hacen amerimanga, manga español o como mierdas quieran llamarlo son en su mayoría chavalillos, y como tales, entusiastas que no ven ningún problema en copiar a su admirado mangaka hasta donde su habilidad les permita, y te hacen Inu-Yasha "againu", que diríamos con voz "kawaii".

Y esto, claro, es muy poco original. Por ponerte un caso concreto, la fiebre por Mortadelo estuvo a punto de arruinar el cómic nacional, por esa manía de "Mortadelos hasta en la sopa". Vale, sí, los Mortadelos se vendían y era justo, pero esto hizo que todo el mundo quisiera sucedáneos, y jodieron a un montón de pobres dibujantes a quienes obligaron a ser clones de Ibáñez. El ejemplo paradigmático es el señor Casanyes, de quien hablaron varios blogueros cuyos artículos reuní en esta entrada (Algún enlace no es seguro en el trabajo). Para resumirlo, fue uno de los negros no autorizados de Ibáñez, y tras darle la patada, se vio obligado a hacer tebeos que recordaran por cojones a los de la T.I.A. A Casanyes le disgustaba que lo obligaran a ser un epígono de Ibáñez.

Tres cuartos de lo mismo pasa con el manga del Papa que abrió esta serie: yo entiendo que el dibujante hizo lo que le pidieron, un tebeo con estilo manga para que atrajera a la juventud porque eso es lo que se lleva hoy en día. Pero si todo lo que puedes decir es que "es un manga", es para tirarte al río. Y no creo que esto se deba únicamente a que se trata de un trabajo alimenticio. El anteriormente citado Casanyes hizo para Nesquik un conjunto de tebeos del conejo mascota, Quicky, y los hizo tan bien que dejó sorprendida a la peña, y de hecho en uno de los enlaces se concluye que semejante calidad en lo que a priori es un vulgar producto de merchandising sólo se debió al que era uno de los mejores negros de Ibáñez. Al menos, eso dicen, yo no he tenido el placer de leerlos. Vamos, como decíamos muy cínicamente en el campus de ciencias de la Hispalense, el que vale, vale, y el que no a empresariales.

No hay nada nuevo bajo el sol: se imita al más famoso y/o más admirado con el propósito de vender mucho, así que no me vengan como si fuera lo más original del mundo. Ocurre que, entre los numerosos nombres dados a los tebeos y la idiosincrasia nipona (sentido de lectura, lentitud, etc), me he visto obligado a hacer una pequeña introducción para hacer ver el alejamiento que puede haber entre diversos grupos de lectores de tebeos. Casi se ven los unos a los otros como alienígenas, ¡vamos! Pero una obra de arte será recordada más allá de etiquetas. Y esto es, me atrevería a decir, lo que muchos no entienden.