miércoles, diciembre 24

¡Felices Saturnales, o algo así!

En el misterioso y lúgubre habitáculo donde residen los personajes de Hilaridades, Ozanúnest contemplaba el vacío con desencanto. Por detrás, Clarisa reposaba en un sillón con los pies apoyados sobre la esquina de una pequeña mesa oblonga. A su derecha, Andrés intentaba leer la prensa deportiva sin éxito porque estaba demasiado oscuro. Y a su derecha, Saray dejaba pasar el tiempo, tamborileando sus dedos en el respaldo, con una pierna cruzada sobre ese mismo respaldo y el codo en el otro respaldo. Frente a ella, Celsio escuchaba la radio con auriculares. A la derecha de Celsio, Shasha estaba sentada con las manos sobre el regazo. Y a su derecha, Caín estaba jugando con una consola portátil, apretaba los dientes cuando la dificultad se incrementaba.
Clarisa estaba ansiosa, y tras varios balanceos, bajó los pies de la mesa, y se removió. Caín musitó un improperio cuando su personaje fue devorado por osos estalinistas. Desmotivado, apagó la consola, la depositó sobre la mesa, y miró a Ozanúnest.
-¿Qué, no se te ocurre nada?-le preguntó directamente al autor. Este suspiró.
-No, a no ser que la Navidad sea una mezcla de las Saturnales con ritos orgiásticos de siempre.
-¿Entonces, ningún especial por Navidades?-inquirió Clarisa.
-¡No!-volvió a contestar Ozanúnest.
-Tengo una idea-empezó a decir Saray-Escucha, podrías presentarnos a las chicas como las hijas desconocidas de Santa Claus, y que nos comportamos como gamberras por rabia, ¿qué te parece?
Ozanúnest la miró comprensivamente.
-Lo siento, Saray, ya se ha hecho. Se llama Jingle Belle.
Saray chasqueó los dedos, molesta.
-Además, no es nada hispano-dijo Celsio, y apagó la radio-Lo suyo es que el tema sea una costumbre española.
-¿Ideas?-preguntó Ozanúnest, esperanzado.
-He oído otra noticia más del Gordo, y me he acordado de los niños que cantan los números. Podrías exponer que algún conocido nuestro tiene un problema económico acuciante y queremos ayudarlo a toda costa, por lo cual acudimos a la sede del sorteo el mismo día que se celebra, suplantamos a algunos de estos chavales, y cantamos el número que nuestro conocido previamente ha comprado. No obstante, nuestros nervios nos hacen cantar un importe no existente, demasiado acertado para que esta persona salde su deuda, y somos descubiertos, y en la huida organizamos un follón o dos. ¿Qué os parece?-buscó el apoyo de sus compañeros.
-¡Me gusta!-dijo Saray.
-Suena divertido-opinó Shasha.
Los demás asintieron, pero Ozanúnest permanecía serio.
-¿No te gusta?-preguntó Celsio, decepcionado.
-¡Sí me gusta! Es pintoresco, curioso, grandioso…
-Pero ocurre que…-comenzó Clarisa.
-Que también sería original, si no fuera porque a Escobar se le ocurrió la misma trama para una historieta de Zipi y Zape hace ya muchos años.
-¡Maldita sea!-clamó Caín.
-Siempre podemos salvar las Navidades…-sugirió Andrés.
-¿De qué, esta vez?-rió Ozanúnest, y se quedó mirándolo.
-Del capitalismo-respondió, y todos carcajearon.
-¡Pues estamos buenos!-comentó Clarisa-¡Más nos vale capitular!
-¿Empezamos por los grandes almacenes, o directamente atacamos las empresas productoras?-preguntó Saray.
-¡Mejor aún, dediquemos nuestros esfuerzos a sabotear el consumo!-propuso Celsio-¡Le regalaremos a la gente lo que quiera comprar!
Tras el fin del jolgorio, todos se enjuagaron los ojos, y quedaron callados. Aún sonriente, Clarisa tomó la palabra.
-Bien, entonces este año no hay especial navideño.
-No-contestó Ozanúnest-hay un especial no navideño.
-¿Esta conversación?-preguntó Shasha, consternada-como mínimo, actualiza durante las vacaciones los nombres de todos nosotros en las historias publicadas, que los lectores ya no sabrán cómo se llama cada uno.
-Vale-dijo Ozanúnest-pero que conste que sigo escribiendo. Y algo más caerá en las Fiestas.
Todos volvieron a sus quehaceres, sólo Clarisa meditó.
“A ver qué puñetas hace.”, concluyó, y volvió a poner los pies sobre la mesa.

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