jueves, febrero 2

La opinión populachera.



Muchos han olvidado a esta mujer. Error.

Mi relación con la prensa ha sido tormentosa desde que empecé a notar, siendo chiquitín, que le tenían manía a varias de mis aficiones. Mientras iba creciendo, esa manía por mis aficiones acabó por ser medio disculpada para transformarse en un general aborrecimiento por el fenómeno del sensacionalismo.

El victimismo es la forma de sensacionalismo más común y habitual. Es fácil y sencillo ponerse en el lugar de la víctima: muchos han sufrido alguna injusticia durante sus vidas, o al menos lo creen. Es sencillo, con nuestra parte bien definida, buscar al adversario, que será el malo de turno. Así, el victimismo conlleva siempre la demonización de otro. Lo difícil es intentar juzgar los hechos objetivamente, incluso hay quien afirma que eso es en cierto sentido imposible, porque “objetivamente” aquí significa estudiar el conflicto desde un punto de vista externo al mismo, lo que no deja de tener cierta subjetividad (la de alguien ajeno al problema).

Aunque más arriba esté expuesta una fotografía de la famosa madre de Rocío Wanninkhof, el caso más representativo de demonización ocurrió en Australia: la desaparición de Azaria Chamberlain, una niña de apenas meses que fue devorada por un dingo. Aunque varios testigos apoyaban esta versión, finalmente fueron condenados por el “asesinato”. La actuación de la prensa fue vergonzosa: acusaciones de libelo de sangre, de que la madre no mostraba mucho dolor (¿A que les suena?), y de que vestía a la niña de negro (¿?), entre otras subnormalidades.

Es decir, que un país tenga cierta tradición democrática no significa que pueda caer en errores propios de dictaduras bananeras, como dejar que la prensa haga juicios paralelos. Por eso me entran ganas de reír, por no llorar, cada vez que oigo esa famosa cantinela de que es inconcebible que en nuestra reciente democracia sigan ocurriendo según qué atrocidades: como si el hecho de tener presidentes electos sirviera para curar el resto de males del país, algunos de ellos anteriores a la II República. Pensamiento mágico como el de la película Excalibur.

Por eso mismo, y por mucho que no sea contrario a las leyes, no me gusta un pelo que el reportero del programa de Ana Rosa, acompañado de dos primos de la madre de los niños cordobeses desaparecidos, acose a un miembro de la familia del padre, en prisión por ser sospechoso de la ausencia de sus hijos. Entiendo que, si no tienen pruebas para llevarlos ante las leyes, realicen acciones como colgar todos esos carteles cerca del domicilio del individuo, pero aún así se arriesgan a ser denunciados, aunque crean que salir en la televisión equivalga a la inmunidad diplomática. Afortunadamente, ante los ojos de la ley, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

3 comentarios:

Lansky dijo...

Yo también detesto lo que tú

McManus dijo...

Me siento en la obligación de escribir este comentario por un vídeo que acabo de encontrar: http://www.tv3.cat/videos/1664659

Y por este enorme artículo: http://historiasdehispania.blogspot.com/2009/12/periodistas.html

Quizás por eso aún encuentro razones convincentes para temer la finita sabiduría del pueblo.

capolanda dijo...

¡Ostras, qué buenos enlaces! Perfectos resúmenes, ¡sí señor!