lunes, junio 30

¡Al fin un junio tranquilo...! Demasiado, incluso...

Este mes he estado algo vago. Hasta ahora, para mí esta era la época de los exámenes, y quizás por ello, no he querido acabar un relato empezado. Eso, y que estoy tardón con el teórico del carnet de conducir, y que estoy planteándome cómo seguir las historias que he comenzado, y cómo empezar otras, y demás ocupaciones.
Por ello, quería preparar una entrada acerca de los webcómics que sigo, pero he preferido dejarlo para otra ocasión, y en su lugar volver a presentaros textos, pero ahora son fragmentos sueltos que he ido escribiendo según me daba la gana. Todos ellos están pensados para las Crónicas de los Diez, y aún así pocos.

Este es la introducción.
En el mundo, existe un conjunto de obras que hablan de los Diez, un grupo de hombres que consiguió vencer una potencia invasora alienígena que llevaba a cabo una expansión cruel e inhumana. Por esta hazaña, fueron aclamados en calidad de héroes inigualables, y una vez reconocidos por todos, decidieron fundar el Gran Reino, para que la Libertad jamás volviera a ser amenazada.
No obstante a sus nobles propósitos, el Gran Reino cayó por la conspiración de corruptos, y los Diez se vieron obligados a exiliarse, acompañados por aquellos que los reconocieron aun tras la derrota. Estos eran los diez muchachos que fueron salvados tiempo atrás, en la guerra contra sus odiados enemigos. Emocionados, los héroes los adoptaron como sus discípulos, y cuentan que incluso en estos tiempos, las generaciones de los Diez luchan en el anonimato con tal de que la Libertad sea inherente en los hombres.
¿O quizás no…? Porque recientemente, diez jóvenes han sido identificados como el nuevo eslabón de la cadena de la Libertad. Sin embargo, los elegidos no están interesados en una vida de gestas; de hecho, más bien no saben qué quieren hacer con sus vidas. Y su comportamiento deja bastante que desear para unos modelos a seguir.
La historia, la leyenda, el mito y la fantasía son los cuatro elementos que constituyen lo conocido acerca de los Diez, pero, ¿cómo son en verdad? El intenso choque entre la realidad y la ficción, entre las ilusiones y los hechos, trastornará las vidas de aquellas personas que, voluntaria o inconscientemente, tendrán la ocasión de conocer a los protagonistas de acontecimientos que no pasarán desapercibidos en absoluto.


Este, un guiño a los típicos entrenamientos absurdos de obras de acción.
-¡¿Queréis ser fuertes?! ¿Os gustaría ser capaces de romper rocas?-les preguntó sonrientes.
-¡Claro, mujer! Si no lo deseáramos, ¿para qué habríamos venido? Venir para nada es tontería-le contestó tranquilamente Kamiko.
-Me has chafado el discurso típico de “sargento de hierro”, pero bueno… Bien, debéis saber, no obstante, que el entrenamiento en cuestión es muy, muy difícil. La gente normal moriría, si lo sufriera…
-¡Esteeeee! Estaréis seguros de que no somos normales, entonces, ¿verdad?-le preguntó Amanda.
-¡¿Cómo que no somos normales?!-le gritó Dinfna.
-¡Es que dice que si no somos normales, nos moriremos!-Amanda estaba asustada.
-A mí me da igual que la prueba sea una manera de considerar a los candidatos como “raros”, “extravagantes”, “excéntricos” o “extraordinarios”; sólo quiero hacerla y continuar con el resto hasta acabar-dijo Alfonso.
-¡Di que sí! ¡Sin miedo a nada!-dijo Nazh-¡Si morimos, se podrá decir que no nos echamos atrás!
Piotr y Hæǽkim sonrieron. John se estaba hurgando la nariz, a su aire. Anquiloe estaba admirada. Empezó a explicar la prueba.
-Bien, la prueba es simple. Quiero decir que no hace falta que hagáis demasiadas tareas, de hecho es una sola: Estar de pie.
-¡Valiente memez!-espetó Piotr.
-Estar de pie-continuó Anquiloe-, sin ropa, al borde de este barranco, vulnerable a las inclemencias del tiempo, mientras al mismo tiempo sois azotados en ambas nalgas con varas verdes. ¿Qué, os parece bien?
Los Diez se quedaron con la boca abierta. Incluso el hombre se llevó la mano a la cara y suspiró resignado. Anquiloe mostraba los dientes blancos burlonamente.
-¡Ja, os lo habéis creído! ¡Pardillos! En realidad, la prueba es más adelante, seguidme.


Por último, el pasado de un personaje.
La causa de la tara física estaba en su niñez. De pequeña, Lenguanegra recibió, como casi todos los niños de su generación, un juego que consistía en extraer partes del cuerpo humano con unas pinzas. El cuerpo era un tablero con el dibujo de un hombre desnudo sin genitales, que mostraba preocupación con una expresión infantil, y los órganos y huesos se debían sacar de unos orificios que en su interior presentaban bordes metálicos. La “extracción” era correcta si no se encendía una luz roja, lo cual ocurría si la pinza metálica tocaba el borde. Al mismo tiempo, sonaba un ruido estridente. Con el tiempo, Lenguanegra aprendió a desmontar el juego, y conoció los entresijos de su mecanismo: La pinza y una lámina metálica oculta por el tablero hacían de contacto entre la fuente de electricidad, una pila; y el sistema de alarma (una bombilla y un transistor). La pinza estaba conectada a uno de los dos (suponía que a la alarma), y hacía ruido cuando esta tocaba la lámina metálica, conectada a la pila. Obviamente, ella quitó el envoltorio de plástico con el dibujo y tocaba la lámina donde quería.
Como le pareció aburrido, decidió desmontar el sistema de alarma y la pila, y se encontró las dos clavijas básicas conectadas a la pinza y la lámina, respectivamente, y las conectó entre sí repetidas veces, hasta aburrirse muy pronto. No obstante, tiempo después necesitó correctores dentales, y cuando volvió a jugar, se dio cuenta de que su corrector era metálico, un conductor eléctrico en otras palabras. Así, se puso cada clavija en un lado del corrector superior, y comprobó para su alborozo cómo se encendía la luz.
Lamentablemente, también se le ocurrió poner la lengua, y la descarga de la batería le quemó la lengua un poco. Sus padres demandaron a la compañía, la cual a partir de ese momento subió la edad del juego a tres años más, doce. Debido al incidente, Lenguanegra era incapaz de saborear bien, especialmente los alimentos dulces. Lo único que podía hacer era usar la parte trasera de la lengua y el paladar, con los cuales rememoraba el sabor de aquello que había probado anteriormente. Era una sensación fantasma, similar al dolor que algunas personas sentían en miembros perdidos.
Al menos, esa era la explicación de Lidia.


Tengo más textos, pero con esto veo suficiente para junio. ¡Hasta el mes que viene!