En el Pueblo de los Arándanos, sus habitantes se han dedicado desde tiempos inmemoriales a la producción del jugo de arándanos. Los bosques de la comarca abastecían a los hacendosos vecinos lo suficiente para permitirse una vida, en el peor de los casos, frugal. Un día, el Pueblo de los Arándanos se unió a otros pueblos para formar la Unión Pueblerina, una organización superior formada por otros tantos pueblos dedicados a la producción de zumos y jugos.
Los pueblos más boyantes querían que todos sus nuevos socios estuvieran a la altura, así que les enviaron parte de su producción para que pudieran alcanzarlos. Uno de los pueblerinos, perteneciente a un grupo cuyo emblema era una urraca coja, fue elegido responsable principal en el asunto de distribuir los donativos de los socios de la Unión Pueblerina para mejorar la economía local. Este dedicó los años que estuvo en el poder a financiar la construcción de barracas, que varios habitantes del pueblo decidieron adquirir. Como cada vez más gente pedía más barracas, más fondos se destinaban para estas. La gente empezó a darse cuenta de que se podía comprar una barraca y venderse por un precio mayor, y se dedicaron a ello con más ganas con las que se dedicaban a producir jugo de arándanos. En apariencia, parecía que todo iba de maravillas en el Pueblo de los Arándanos, así que aquellos que no compraban barracas compraban carros aunque el que ya tenían aún funcionara. Algunos advertían que aquello era pura pompa de jabón, como lo llamaron, y que el día que reventase todo el Pueblo iría a tomar por viento.
Mientras el Pueblo de los Arándanos seguía en esto, ocurrió que cambiaron de dirigente. El nuevo dirigente era perteneciente al grupo cuyo emblema era un cardo borriquero metido en un sobaco. En el asunto de los fondos dados por la Unión Pueblerina, el dirigente hizo poco para cambiar la situación creada por su predecesor. La verdad es que sus habitantes poco le pidieron al respecto. Aprovechaban su tiempo libre para acusarse. Unos, partidarios del grupo de la urraca coja, aseguraban que la victoria del grupo del cardo borriquero metido en el sobaco era debida a una conspiración, consistente en que el ataque de unos bandidos que provocó ciertas víctimas fue orquestado por ellos, y de mezclar peras con manzanas, tabú para estos individuos. Otros, partidarios del grupo del cardo borriquero metido en un sobaco, se dedicaban a reírse de los argumentos del grupo de la urraca coja, pero no se preocupaban de mucho más, como que dos más dos son cuatro y no cinco, ni seis, ni siete, ni infinito. Los últimos eran aquellos que advertían que aquel cachondeíto no podía seguir o aquellos demasiado pobres como para seguir estos juegos.
Mientras todo seguía igual, la Unión Pueblerina empezó a darse cuenta de que aquel asunto era una engañifa, y que varios de los pueblos constituyentes actuaban como el Pueblo de los Arándanos. Como además seguían admetiendo miembros nuevos que eran más pobres que los socios de entonces, tuvieron que pedirles cuentas a aquellos pueblos que habían sido ayudados en algún momento. Cuando fueron a pedirle las cuentas al Pueblo de los Arándanos, este hizo todo lo que le mandaron para que pagara su parte.
Esto hizo que parte de los habitantes del Pueblo de los Arándanos se quedara sin ocupación. Las barracas, para colmo, llegaron al límite de la pompa, que estalló. Algunos empezaron a protestar, pero el dirigente llegó a afirmar que allí no pasaba nada, y pasó el tiempo con la situación agravándose. Llegados a un punto, surgió de repente un grupo de jóvenes a los que llamaron los Mosqueaos, porque poco antes había aparecido un libro llamado ¡Mosqueaos! ¡Coño ya!, aunque lo cierto es que no era necesario irritar aún más a la gente, precisamente.
Los Mosqueaos tomaron parte en varias protestas, a lo que el dirigente del grupo de cardo borriquero metido en un sobaco respondió que habría elecciones en la efemérides, mire usted por dónde, de la muerte del antiguo cacique del Pueblo de los Arándanos, cuyos sucesores solían ser identificados con el grupo de la urraca coja, según ciertos enterados de los sucesos del pueblo.
Y al final, los habitantes del Pueblo de los Arándanos no sabían qué era lo mejor: más cardos borriqueros, o de nuevo urracas cojas. Porque las demás opciones no los convencían.
2 comentarios:
metafórico electoral, que te me has puesto...
Teniendo en cuenta que algunos políticos parecen sacados de un espectáculo de marionetas (¡Y que me libre de la ira de Jim Henson y demás maestros!), me pareció lo más acertado.
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