domingo, diciembre 22

Epílogo.

Desde que soy pequeño, he visto Los Simpson. En cierto capítulo simplemente brillante, Bart y Milhouse acuden a su primer concierto de rock. En este, la banda, llamada Spine Tap, canta una canción que empieza tal que así:
“We are the children who grew too fast

We are the children of the future past”
Somos los niños que crecieron demasiado de prisa, somos los niños del futuro pasado. ¡Qué gran verdad! Este blog lo empecé cuando tenía veintipocos y miren ahora: ¡¡Ocho años y ocho meses!! Bonita cifra redonda para dejarlo por acabado.

Quizás haya algún lector interesado en el por qué. Pues es simple: hay otras cosas. Servidor es, aunque no paran de decirle que joven, lo bastante mayor para ir planteándose una mejor estabilidad laboral, para tener proyectos serios. Dejando a un lado que para esto la economía española no está ayudando nada, estos proyectos no se reducen a tener familia o un curro bueno. Uno tiene ambiciones y sueños de hacer algo más que limitarse a vivir.

Un dicho dice que todos deberíamos “plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro”. La primera parte es bonita, la segunda requiere colaboración (externalizar funciones, que diría un empresario modelno), y la tercera parte parece complicada. Mas, no lo es, y es de hecho mentira. Cualquiera escribe un libro. Escribir un buen libro, ahora sí, es difícil. Un buen libro no tiene por qué ser, a diferencia de lo que piensan algunos desnortados, un libro muy serio, también puede serlo divertido, como las novelas de Terry Pratchett.

Además, siempre se podría pensar que la frase es una metáfora, y no tiene que ser un libro. Desde luego, de momento no pienso escribir un libro porque el mundo ya tiene los suficientes libros superfluos como para que yo añada el mío. Fidias, sin ir más lejos, es conocidísimo por sus esculturas. Como si no hubiera los suficientes medios artísticos en este mundo. Queden mis mayores intentos literarios donde están, en esos dos conjuntos de historietas: las Hilaridades y Crónicas de los Diez.

La primera (Primer relato, léanlo bajo su responsabilidad) quiso ser Los Simpson a la española. Sí, sé que ha habido intentos, pero no me convencieron. Básicamente, trataba de un grupo de chavales de instituto que se veían envueltos en situaciones disparatadas, que eran a su vez una burla de los problemas del país: la educación, los odios políticos que no llegan a ninguna parte, que somos un país lleno de ridiculeces, etcétera. Llegué hasta la octava entrega, aunque como tener, tenía ideas para cien.

La segunda (Primera y única entrada, como antes) intentó ser de un modo bastante triste una especie de deconstrucción del grupo de héroes. Los susodichos Diez eran unos simples diez jovenzuelos, en reparto paritario para tocar las narices, que se iban a ver envueltos, muy a su pesar, en situaciones de descontento popular donde destacarían por motivos realmente disparatados, hasta el punto de que llegarían a ser identificados con los diez fundadores semimíticos de su país en ese peculiar mundo, mismamente paritarios, . Por si alguien se lo está preguntando, la idea se me ocurrió años antes del movimiento 15-M y otros similares (olfato sociológico, según se ve, no me falta).

Ambas se quedaron ahí. Viéndolo en perspectiva, he podido ver cómo se han hundido miles de webcómics en el ínterin junto a mis historias. Pero a diferencia del proverbial tonto que se consuela con el mal de muchos, creo que he aprendido de este mal que ha afectado a tantos:
  1. No basta con tener claros unos personajes, hay que tener claro el mundo en que se mueven (aunque luego este sea el más prosaico que se pueda pensar) y cómo están limitados. Eso me pasó en las Hilaridades.
  2. Tampoco basta con tener claro el mundo si de tus personajes sólo tienes ideas que te han inspirado esta y aquella obra, o incluso la vida real (como en tantos casos); hay que tener claro cómo se relacionan entre ellos y cómo se mueven en ese mundo. Tal me ocurrió en Crónicas de los Diez.


Si se fijan, en el fondo la cagué porque consideré a los personajes como puntos en el espacio, cuando son más bien volúmenes que se mezclan con el escenario. Por eso es que tantos y tantos webcómics de estos últimos años copian sin más My Little Pony y también que las primeras obras literarias sean épicas sobre personajes mitológicos: tienes hecho a los personajes, cómo se relacionan y su mundo, así que sólo tienes que crear nuevas aventuras y anécdotas sobre ese modelo, ya establecido.

Aunque los chavales de las Hilaridades estaban lo suficientemente definidos, su mundo no, porque lo tomé directamente de Los Simpson y de mi adolescencia sin imaginar lo que costaría describir esa mezcla. Aunque el mundo de los Diez tenía historia, política y hasta había países que ejercían influencia cultural y esas cosas, los propios Diez tenían la personalidad de un electrón cuántico y se relacionaban como los gases nobles; lo que para unos héroes, aunque sea un poco por casualidad y debido a un estrambótico malentendido, es inverosímil.

Y todavía yo tuve el fino detalle de intentar recrear a los personajes, aunque tarde. Sé de webcómics, que no pienso nombrar por compasión, cuyos personajes estaban copiados de aquí y de allá con apenas retoques y cuya originalidad estaba donde la ha perdido Shia Labeouf, presumo. Por lo tanto, tal como lo veo yo, el plagio es una forma de pereza: del mismo modo que, si no estudias, sacas un cate del tamaño de una catedral, si no reflexionas en TODOS los aspectos de tu obra, la pobrecita será en efecto una castaña monumental.

Al menos, me consuela que no acabaran siendo eso, y que sólo son un proyecto frustrado de juventud. Porque el Ozanu/Ozanúnest que intentó escribir esas obras ya no existe. Quizás podría planteármelo con las Hilaridades sin que fueran lo mismo, pero Crónicas ya ha se ha anquilosado. Primero, porque si la fuera a publicar ahora, aun con personajes excelentes, la gente pensaría que es una alegoría del ya mencionado 15-M, y con toda la razón del mundo. Segundo, porque la ha sustituido una idea, hija suya, más compleja y hasta con más mala leche.

Si ya Crónicas de los Diez se reía un poco de las historias épicas, siempre tan fidedignas porque las inspira un ser invisible sin nada mejor que hacer; en esta nueva idea ya la historia principal, nos dicen, es mentira. Este personaje que así nos habla es una estudiosa que ha estudiado previamente la obra y nos presenta su traducción, que nos comenta abundantemente, como estos responsables de edición que se entusiasman y te ponen notas en cualquier momento. Bueno, decir que es mentira es exagerar, porque nos aclarará con sus al fin y al cabo pertinentes notas que existe una base histórica para la historia, pero que esta ha sido manipulada por agitadores políticos y seguida por una masa ignorante de los hechos, distorsionados por el boca a boca. En sí, la historia nos habla del valiente Pintiño y de sus aventuras con sus amigos, que parece que nunca se equivocan y que todo les sale bien, ¡me cago en la mar salada! Pintiño es fuerte, listo, simpático, las chicas se mueren por sus huesos excepto si son lesbianas y además practica un curioso estilo de lucha, “que si fuera oriental, algunos llamarían arte marcial”, a lo que la crítica añade “muchos necios no captan la ironía, pues “arte marcial” al principio eran sólo, y son ahora con los otros, orientales o no, el boxeo, la esgrima y la lucha”.

La traductora nos desvelará que, si bien ella misma ve en Pintiño un tipo admirable, incluso más por haber sido un simple humano, sus hazañas han sido no sólo exageradas, sino a veces robadas de otros héroes asimismo admirables, pero que no han calado en el imaginario popular. También, que si bien era guapete, la idea de que dos de sus amigas eran lesbianas era falsa y que es, incluso, una patética excusa para ocultar el hecho de que una tenía de novio al hermano de la otra; pues los agitadores estaban influidos por el tópico hollywoodiense de que el héroe ha de quedarse a la chica después de enfrentarse al prometido oficial de esta y no les parecía “heroico” que Pintiño no se hubiera tomado la molestia de hacerlo.

Como ven ustedes, la idea es difícil. En realidad son dos historias: la auténtica y la pergeñada por los engañabobos. Por un lado, la historia de la literata dependerá de su nivel de formación, así que es verosímil que sea muy fidedigna, ¿pero cómo es una historia creada para engañar al pueblo? Por un lado, me arriesgo a hacer una historia que parezca una parodia bufa de una película de Hollywood e incluso de las historias religiosas, pero por otro lado hay que reconocer que aspectos de V de Vendetta y Kon-Tiki casi que lo son involuntariamente, que ya clama al cielo. Como que es ya difícil, a veces, de creer que el cristianismo haya calado con tantas contradicciones en la mismísima Biblia.

Además, por si no fuera poco con esta idea, hay otra, que sería algo así como el hijo bastardo de Crónicas de los Diez, en cuyo título no he pensado, e iría sobre, ahora sí, un superhéroe, llamado Julio, que gana sus poderes, como en la más señera tradición del género, por accidente. Como que es el simbionte que en su día llevara Spiderman y luego llegaría a ser la base de Veneno… Pero desde otro punto de vista. Una cosa que a mí me fascinó del simbionte de Veneno era que copiara las características del anterior huésped, incluyendo sus recuerdos y sus habilidades. Me llamó la atención por el potencial que tenía semejante monstruo, porque si admitimos que lo que llamamos personalidad es el conjunto de recuerdos y de ideas de una persona, ¿no estaría copiando a la persona per se y arriesgándose a que el nuevo huésped acabara influido por esta, quizás dramáticamente? Cuando el huésped actual usa habilidades de otro anterior, ¿las aprende o es como si le hicieran los deberes/lo copiara en internet? Tal como quiero plantearlo, al principio sí es como si le soplaran la respuesta, y así, para sorpresa de sí mismo, se verá capaz de hablar idiomas que ni siquiera conoce, pero sólo cuando le hablan o lee en ese idioma; para después, con práctica, acabar aprendiéndolo, eso sí, más rápido que alguien sin simbiontes que valgan.

Esto mismo lo aplicaré con las habilidades y poderes: al principio las usará “en automático” y se verá en problemas cuando se dé cuenta de que los otros huéspedes eran distintos (más altos, por ejemplo) y que tiene que adaptarlas a su propio físico. Por último, tendrá problemas con dos huéspedes, cuyas personalidades parecen ser más insistentes que las de los demás y parecen decididos a continuar sus anteriores vidas y filosofías de vida a través del joven Julio. No será el único superhéroe, de hecho tendrá compañeros, aventuras y un montón de emoción, pero sin olvidar cierta mala leche. En este caso, la centraré en cierta variedad de ciencia-ficción moderna que se puede reconocer en este artículo. Autores que insisten en la FE, en el aiwannabiliv, que parece no saber qué coño es la ciencia: positivismo impenitente. Vale que no toda la ciencia-ficción tiene que ser científicamente verosímil, pero un poco de lógica no viene mal. Como dice Ursula K. Leguinn, un mundo de fantasía tiene que ser internamente tan coherente como la vida real: si en un mundo los orcos llegan a ser directivos de empresas, nadie debe sorprenderse a no ser que quieras reflejar discriminación racial. Asimismo, la fantasía no debe ser una excusa para que el protagonista resucite del modo más ridículo posible. A Obi-Wan se lo carga Darth Vader, y punto. Así, Julio y sus cuates pueden hacer grandes cosas, pero no todas.

Por otro lado, relacionado con esto, quiero reflejar el indiscutible enemigo de la humanidad: la estupidez, contra la que no puede ni Superman. Julio encontraría que no puede ayudar a la gente, no tanto por incapacidad ni falta de solidaridad como sí porque le piden imposibles, o lo que le piden es a largo plazo perjudicial y prefiere negarse, recibiendo así las críticas de un pueblo que no quiere entender que no existen los milagros.

Por último, hay otra idea. Giraría en torno a una muchacha de la Anatolia de la Edad de Hierro que, capturada durante una incursión pirata para ser vendida como esclava en una metrópolis lejana dentro de los transportes de le época, se fugaría por un azar del destino e intentaría volver a su casa. En el camino, va encontrando compañeros igualmente desfavorecidos y acaban uniéndose a ella con la esperanza de abandonar sus miserias. El final lo intentaré hacer sorprendente, claro. En sí, es una vuelta al hogar, pero tengo cierto interés por hacer que el relato sea fidedigno a la época descrita. En parte, porque me gusta mucho la literatura que trata de esa época y conozco varios usos y costumbres. También, porque no quiero caer en lo mismo que John Boyne: hacer personajes ridículos, que piensan como hoy en día cuando se supone que viven en un mundo totalmente diferente. Por último, porque quiero evitar esa especie de “mundo antiguo”, tan frecuente en obras de fantasía e incluso en algunas supuestamente no de ese género, porque tengo claro que no le daría originalidad. Por ejemplo, este tebeo que vi hace nada en el Fnac ha sido descrito como un trabajo brillante montado sobre la obra eternamente plagiada de Tolkien. Personalmente, prefiero arriesgarme y darle mi propio toque.

Por supuesto, estos proyectos, así como mis problemas vitales, vienen ya de antes. No es como si haya decidido abandonar el blog para centrarme en estos, sino que los preferí a este inconscientemente. Este blog ha tenido una larga vida con mejores y peores momentos, hasta hubo una vez que lo abandoné por un tiempo, pero esta vez tengo algo más apetecible en mente. Además, dudo mucho que lo vuelva a usar si uno solo de estos proyectos llega a realizarse: como con las Hilaridades y Crónicas de los Diez, son propiedad de otro Ozanu/Ozanúnest que ha ido desvaneciéndose poco a poco (las últimas entradas son ya más del nuevo). Así, me despido como bloguero, pero no como comentarista, pues creo que el peculiar apodo tiene ya demasiado peso para que deje de existir fácilmente. ¡Saludos! Ha sido maravilloso.

2 comentarios:

Lansky dijo...

Buen viaje, Ozanu y espero verte por otros blogs incluido el mío

capolanda dijo...

Como mi último comentarista frecuente, te doy las gracias. Ya he dicho que no me voy como Ozanu, sino como bloguero. O mejor dicho, me había ido ya, porque estaba concentrado ya en otras ideas. Mi reciente ausencia como comentarista era a causa de otras razones.