Quiero completar mi anterior
entrada con un breve ejemplo. Recientemente se ha estrenado en los cines La
huésped, título original The Host, basada en una novela (por llamarlo de alguna
manera) de Stephenie Meyer, famosísima por haber escrito Crepúsculo. El
argumento: unos alienígenas invaden la Tierra y poseen a la humanidad mediante
una curiosa habilidad, consistente en parasitar sus cuerpos. Las víctimas
presentan un peculiar color azulado en sus pupilas, pero fuera de ello son
humanos. No obstante, aquellos con una excepcional fuerza de voluntad son
resistentes a este parasitismo, aunque han sido señalados como enemigos y han
tenido que formar la Resistencia. Meyer decide centrar su novela en la relación
entre una poseída, su alienígena y su novio, miembro de la Resistencia.
Dejémoslo ahí. Veamos, pregunta:
una, dos y tres, ¿a alguien le suena este guión? Excepto por la parte
romántica, se parece mucho a La invasión de los ultracuerpos. Puede que alguno diga que no
tiene que ser necesariamente esta película, pues las historias de monstruos que
poseen o sustituyen a un ser humano, sin que exteriormente haya cambios más que
por el comportamiento o algún pequeño detalle, son bastante típicas. Sin ir más
lejos, es un argumento típico en varias series fantásticas que el malo suplante
a un bueno, incluyendo su apariencia, y se cuele en la base hasta que los
compañeros del suplantado empiezan a barruntar algo raro. Que como haber,
podría haber varias fuentes de inspiración. No obstante, ¿qué ha respondido la
autora más vendida del momento? Que un día, aburrida durante un viaje, se le
ocurrió la idea.
En efecto, así son los
best-selladores del momento: con un morro que se lo pisan. Bien mirado, puede
que Meyer no mienta. Ya hubo quien destacaba de la saga de los vampiritos que Rebeldesin causa es muy posiblemente gran inspirador de la trama, así que no me
extrañaría que la propia autora no se dé cuenta de que está haciendo pastiches.
Otro ejemplo, ilustrativo por sí
solo, es el de esa curiosa súper-producción basada en La Biblia, estrenada en
Antena 3 la semana pasada. Por curiosidad y porque me conozco el fenómeno del
hype, decidí consultar IMDB, una famosa web de crítica cinematográfica. La primera crítica que encontré
decía lo siguiente:
Let's just take the scene with Lot and his family, hiding the Angels from the angry mob. The Bible clearly states that Lot offers up his daughters to the mob (to be raped) in order to save the Angels, but instead we get a sword slashing kung-fu scene that wipes out the mob. Genesis 19:1-11“Basta con examinar la escena de Lot y su familia, protegiendo a los ángeles de la turba enfurecida. La Biblia dice claramente que Lot le ofrece a la turba sus hijas (para que las violen) con el objetivo de salvar a los Ángeles, pero en su lugar nos ofrecen una escenita de mandobles a lo kung-fu que dispersa la turba. Génesis 19:1-11”
Al leer esto, no pude evitar
recordar una entrada de SuperSantiEgo sobre las adaptaciones de El señor de los
anillos, en la que comentaba que Peter Jackson muchas veces era incapaz de
darse cuenta de qué pretendía Tolkien en las novelas. Citaba, por ejemplo, que
Jackson sólo añadía efectos especiales cuando Galadriel se sentía tentada por
el Anillo Único y que en términos generales no había entendido palabra alguna
de lo que podríamos llamar los momentos “mágicos” del libro. Los productores de
esta serie, sin duda, no tienen ni pizca de imaginación para interpretar la
escena, que es lo mismo que un lector sensible siente cuando lee las
circunstancias de la muerte de la madre de Dionisio. No hace falta ser creyente
para entenderlo: asombro absoluto ante la fuerza desatada de la naturaleza, ya
sea como fenómeno externo (rayos y truenos), como humano (una ceguera
colectiva). Es justo mencionar que nuestros conocimientos pueden hacer que lo
que asustaba a un hombre de hace cien años sea ahora una minucia, pero la
sensación de terror ante lo incomprensible puede seguir usándose en la medida
de lo posible.
¿Pero cuál es la solución de los
guionistas de esta peculiar adaptación? Unos tipos lanzando espadazos. De quitar la
parte de las hijas de Lot, ni hablo. Ambas anécdotas son ilustrativas, porque
es imposible que nadie sepa, entre la enorme cantidad de colaboradores de
cualquier producción televisiva, que ambas ideas fallan en lo fundamental. No
obstante, se deja que los productos sigan adelante aunque sean espantosos y
carentes de imaginación porque no se preocupan de la calidad. Se preocupan, por
ejemplo, de la reacción de los padres antes las bazofias de Meyer, o por la
opinión de las autoridades religiosas por la adaptación de La Biblia. Por
memeces, en resumen.
Y no es culpa únicamente de la
televisión. Todo el sistema cultural ha estado sufriendo bajo el yugo de lo que
ambiguamente se llamaría políticamente correcto, por lo que yo prefiero
llamarlo concretamente como la religión del “no ofenderás”. Como muchos
clásicos (esto es, cualquier obra anterior al año 50 digna de ser recordada)
incurren en visiones racistas o sexistas, hemos creado versiones modernas para el público sin señalar estos aspectos. Aunque sus intenciones eran nobles, está
creando una generación que apenas conoce clásicos. Anteriormente, no todo el
mundo leía La isla del tesoro o El principito, pero sabían que eran libros.
Ahora, a lo mejor ni han oído hablar de estos libros, el primero por tener
frasecitas acerca de una señora negra, y el segundo por ser demasiado corto
para los cánones actuales de sagas de tropecientas mil páginas.
Hay más productos
artísticos/obras de arte*, pero significa poco un 99,99% de los mismos. El
0,01% restante se compone mayormente de obras correctas, pero que no son
originales, y el resto quizás pasará a la historia.
*Pongo la barra porque yo, al no
considerarme un experto en arte, me abstengo a discutir qué es arte y qué no, y
si la palabra “producto” es adecuada.
2 comentarios:
Frente a la simpleza de la Meyer, Alba acaba de editar una antología de S.F. rusa titulada 'Pioneros de la ciencia ficción rusa' estupenda, porque en efecto, eran pioneros, con relatos escritos entre el final del siglo XIX y comienzos del XX. Recomendables.
Le echaré un vistazo.
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