Pues sí, otro relato. Algunos recordaréis que escribí una historia llamada Primera hilaridad ( http://analitoendisolucion.blogspot.com/2005/07/he-vuelto.html ). Pues bien, he logrado acabar la segunda parte. En un principioiba a ser la tercera, pero la segunda original va a ser más larga que lo que creía, y como son autoconclusivas, no importa demasiado. Eso sí, procuraré que la continuidad no se vuelva contra mí. Aquí lo tenéis:
Segunda hilaridad:
El robobo de la cacarátula (O cuánto vomité con Carmen de Mairena):
Estaba Carlos tiempo antes de la primera hora en clase. Como fue elegido delegado de la clase y vivía a menos de cinco minutos del instituto, gustaba de llegar realmente temprano, pues era madrugador. Se despertaba pronto, desayunaba frugalmente, se vestía y con la maleta a cuestas iba al instituto. A los tres minutos, ya estaba dentro. Pedía en conserjería el parte de clase y la llave del aula, deberes del delegado en su instituto, que devolvía tras la última hora. Iba al aula, abría la puerta y esperaba la llegada de sus compañeros tras dejar el parte sobre la mesa del profesor. Lo cierto era que le gustaba ese papel. Sabía, pues no era un iluso, que eso era más bien ser portero o incluso un sereno particularizado en un curso, pero no le desagradaba demasiado tener que abrir el aula. Al fin y al cabo, sabía que estaba en una posición de poder por ello. Durante la jornada escolar, la llave estaba en sus manos y era el dueño de abrir o cerrar la puerta más pronto o más tarde, lo cual hacía que a veces su papel tuviera la bastante importancia. Podía hacerles esperar varios minutos, abrirles temprano, obligarlos a que se dieran prisa antes de cerrar el aula durante los recreos. Si alguien quería algo durante estos períodos o cuando una clase no se impartía por la ausencia del profesor que conllevara entrar en el aula, tenían que buscarlo para que abriera. A veces bastaba con prestar las llaves, lo cual lo intranquilizaba, pues aunque raramente pasaba, ya había tenido desagradables experiencias al respecto. Era divertido también ver cómo cuando abría temprano, diez minutos antes, cuando había un examen en la próxima hora, Luisma, Somero y Barrigán lo esperaban para empezar a distribuir los pupitres para el examen y para escoger la posición más segura para usar sus chuletas. Pero el día más divertido fue aquel en que, estando él enfermo, no acudió a clase. Cuando volvió tras su recuperación, oyó con sorna cómo sus compañeros esperaron hasta tarde su llegada, buscaron la llave y el parte; abrieron finalmente la puerta también tarde y, cuando se fueron al recreo, olvidaron dentro la llave y se quedaron encerrados fuera del aula, necesitando la ayuda de los conserjes para abrirla con la llave auxiliar. Era curioso ver cómo los mismos vagos que lo eligieron como delegado para no dar un palo al agua mostraran que, por su dejadez, era necesario alguien responsable. La vida era divertidamente irónica.
El aula de Carlos y nuestros otros protagonistas era singular. No era propiamente un aula, pues no era tan siquiera una habitación. En origen era una parte del pasillo de la segunda planta, situada junto al ascensor en una de los recodos que delimitaban el instituto. Debido a su apartada posición, y a que la pared formaba una esquina, permitía a los alumnos "esconderse" allí. Esto fue la causa de que fuera remodelada y se instalara una puerta, ya que el sitio era elegido por fumadores clásicos y "progres" para relajarse. Al parecer, el primer uso que tuvo como habitación fue el de almacén. Finalmente, la reforma de los planes de estudio conllevó que, ya que consideraba la secundaria compuesta por cursos hasta entonces pertenecientes a los últimos de la vieja primaria, un aumento del número de cursos en el instituto por la llegada a partir de entonces de alumnado que anteriormente acudía a los colegios. Esto hizo que se necesitaran más aulas, especialmente por las optativas a edades tempranas que provocaban la necesidad de más y más aulas, y la habitación fue remodelada y considerada aula.
Bien, Carlos no estaba totalmente seguro de que esa fuera la historia correcta, pero era obvio que aquella clase no había sido creada a la vez que las demás ni con las mismas intenciones. Sabía que el pasado como extremo del pasillo era verdadera pues se la contó una profesora, y además ahí había elementos totalmente discordantes. El primero, obviamente, era la puerta. Esta era enorme, metálica, con cristaleras en la parte superior. Podía medir perfectamente seis metros de ancho y dos y medio de alto, de hecho constituía casi totalmente una de las paredes del aula por sí sola. Constaba de tres partes, dos fijas y la movible, cada una con una cristalera en la mitad superior. En la parte inferior de las cristaleras había unos pedazos de tela blanca con un agujero para permitir observar el interior de la clase. Las puertas del resto de aulas eran como las de cualquier casa, con excepción de una cristalera redonda para ver dentro, como en la clase de Carlos. Además, presentaba la curiosa característica de que desde dentro podía abrirse siempre, mientras que por fuera precisaba siempre la llave, motivo por el cual quedaron encerrados por fuera los compañeros idiotas de Carlos (Y el resto de protagonistas se lavó las manos). En el resto de aulas podía dejarse abierta o cerrada con la llave, cuando estaba abierta era perfectamente posible abrirla girando el pomo.
Después, la clase presentaba un diseño extraño. Para empezar, no tenía siquiera cuatro paredes, sino tres: La pared de la puerta que ya se ha nombrado, la pared de la pizarra (Que prácticamente, como la de la puerta, ocupaba toda su pared) y la curva. En efecto, curva, ya que esa pared corresponde al recodo del instituto nombrada anteriormente. Esto confirmaba la historia del aula como pasillo en el origen. Aparte, era la pared principal del aula y tenía todas las ventanas, cada una con su persiana. Tenía por lo menos ocho, pequeñas, a diferencia de las cuatro grandes de las aulas normales. En cuestión a la segunda pared, también tenía el radiador y las mesa del profesor.
Debido a la pared curva, la superficie era inferior a las normales, quizás menos de la mitad, aproximadamente unos treinta metros cuadrados. También carecía de armarios empotrados como las otras, obviamente, pues dos paredes estaban ocupadas por elementos necesarios como la puerta y la pizarra y la tercera era una pared exterior. Tenía un triste archivador en su lugar.
Pero lo más gracioso era la disposición de los pupitres. Por el área pequeña, no podía haber grupos de alumnos cuyo número fuera superior a veinte personas. No obstante, aún así estaban apretados. El grupo de Carlos tenía veintiún alumnos que tenían que sentarse formando filas, las cuales eran más largas en las filas delanteras y se acortaban cerca de la esquina que la pared curva hacía con la de la puerta. El gran problema surgía cuando había que separar los pupitres para hacer un examen, llegando a tener que ponerlos en la esquina antes nombrada y junto a la pizarra. En el resto de clases esto no era así, claro está. Había los tradicionales pupitres emparejados, y espacio de sobra para separarlos.
El aula era extraña, en resumen, y poco apta para la enseñanza. No obstante, el problema tenía soluciones más extrañas, como demostraba el aula que había junto a la cafetería en el edificio al otro lado del patio o la clase mínima que estaba a unos metros de la descrita, pero todo eso se dejará para otras historias.
Estaba, pues, Carlos esperando solo el inicio de las clases, la llave en el bolsillo y el parte sobre la mesa del profesor. Ensimismado, pensando en asuntos importantes como los deberes, el próximo examen o la evolución de una saga de videojuegos, no prestaba atención a nada más sentado sobre su pupitre.
Entonces llegó Péibol. Péibol era un amigo de la infancia de Carlos. Bueno, era su amigo, el amigo íntimo. Habían estado juntos desde los tiempos de la guardería e incluso habían escogido las mismas optativas en el instituto sin ponerse de acuerdo. Debido a ello, se conocían muy bien y sabían incluso en qué pensaba el otro con sólo ver la expresión de su rostro.
-¿Qué pasa, tío? ¿Qué, comiéndote el coco con otro de tus grandes misterios sin resolver?-saludó, dando palmas. Era un juerguista.
-¡Hola!-saludó casi indiferentemente Carlos, pero parecía entusiasmado respecto a un momento antes-Esta mañana, al despertarme, me ha venido a la cabeza una pregunta...
-A ver, quiero saberlo-rió.
-Piscina se parece a Piscis, que es la constelación de los peces...Luego entonces, piscina viene de pez en latín.
-Euh...Sí-contestó Péibol, algo más intrigado de lo habitual-¡Pero eso es para el verano, tío, el calorcito, las niñas en bikini, ueeeeh!
-Acuario viene de agua en latín, como acueducto, acuoso, acuático, etcétera...
-Bien, ¿y...?
-Luego entonces...-empezó a decir Carlos aumentando progresivamente la voz en un tono ceremonioso, moviendo los brazos en el tono propio-¿Por qué se llama piscina el lugar donde se baña la gente, y acuario el lugar donde nadan los peces?
Péibol quedó mudo de asombro. Carlos tenía salidas algo raras, pero divertidas e ingeniosas. Pero esa se llevaba, si no la palma, por lo menos una buena posición. Era incluso mejor que aquel razonamiento sobre por qué diablos “casar” y “cazar” se parecían tanto.
-¡Ahí va, tío, pues no sé! Puede que al principio las piscinas eran para los peces, o no sé...¡Jejejejeje!
-¡Ya ves cuánto sufro! No puedo evitarlo. Estoy ahí, en clase, y de pronto me pregunto algo. ¡Y que nunca tenga a mano una respuesta! Y digo una, porque a veces hay diversas opiniones de algo, pero aquí aprendemos sólo una versión.
-¿Y eso? ¿Crees que se nos miente, que ocultan información, que hay una conspiración, que la verdad está ahí fuera?-exclamó Péibol imitando el modo anterior de Carlos, llegando al punto de acercarse a una ventana y señalar hacia esta.
-¿Eh? No, hombre, no. No soy uno de estos chiflados que ven conspiraciones en todos lados. Sencillamente digo que puede haber varias explicaciones para algo, todas ellas verdaderas desde consideraciones distintas. Me refiero a puntos de vista en cuestiones fisicoquímicas, por ejemplo, no en ideas políticas, por si era lo que estabas pensando.
-¡No, si te entiendo! Pero es lo que hay, Carlos.
-¡Ya! Yo entiendo que una educación ha de dar unos mínimos conocimientos a unos alumnos pero, ¡coño!, ¿por qué no dejar que el alumno se informe de temas que a él le interesen? ¡Pero qué va! Aquí no hay tan siquiera una biblioteca para la clase...¡Qué coño, aquí no hay ni una estantería! Está este puñetero archivador. ¡Me cago en la leche!
-¡Veeeeeenga, tranquilo! Que hoy tenemos Educación para la tonter...¡Eeeeeeste, para la ciudadanía! Y siempre te llama la atención la profesora, esa tía guarra con cara de bobalicona, ya sabes, no caigo en su nombre.
-¿Y debo ser yo el que tenga cuidado? Anda que tú, menuda lengua...
-¡Pero yo me aguanto! ¡Tú, el otro día, le pegaste una patada en el culo a Wilma!-lo acusó Péibol señalándolo.
-¡Claro, coño, como que estábamos haciendo una práctica de pasear por la calle y determinar quién pasaba antes cuando la acera era estrecha! Yo comenté que en mi humilde opinión los ayuntamientos debían procurar que las aceras fueran lo suficientemente anchas para que la ciudadanía, como tanto les gusta decir, pase sin problemas; y que en calles estrechas se prohibiera la circulación de coches en lugar de construir aceras ridículas donde no puede andar ni un gato. No hace falta decir que esa chiflada políticamente correcta decía que no, que mejor era aprender unas reglas absurdas que no sirven para nada. Entonces, algo mosqueado, fui a realizar la práctica...
-¿¡Darle patadas a alguien es para ti realizar una práctica!?
-¡Déjame explicarme!
-¡Si yo lo vi!
-¡Pero no desde mi punto de vista! Como sabrás, según las chorradas de esa asignatura, pasa antes la persona que llega antes a la parte estrecha (Obviamente) pero, si ambas personas llegan a la vez (Pues lo más lógico según ellos es que sólo lleguen dos en sentidos contrarios, no pueden ser tres...), hay que establecer una prioridad de paso. Este se establece por el sexo, la edad, algunos casos excepcionales, como si es una embarazada o un minusválido...Yo defendía que no, que los ciudadanos bien educados no tienen ni que pensarlo, prevén la situación y aceleran o bien ven que la otra persona acelera, por lo que el problema supuesto que se ha comentado es imposible. Pues nada, he aquí que la pelota que imparte la asignatura (Pues se ha metido en esto para agradar a sus jefes, no porque le guste) me dice que no, que figura en el plan de la asignatura de la Educación para la ciudadanía y que es así. Que eso es normal (Eso no se lo cree ni ella borracha) y que lo realice. Mentando a sus familiares hasta la undécima generación ascendente, me sitúo donde me indica y veo enfrente a Wilma con cara de sorna, pues sabe que tengo que dejar que ella pase primero pues es ciudadana del género femenino (Lo cual está mal expresado, porque género...)...
-No empieces por ahí y resume-le pidió Péibol.
-Bien, el caso es que ella y yo llegamos a poca distancia de la parte estrecha, y pensé: “Yo no voy a tragar el papelón de ponerme de perfil y extender la mano derecha en tono de cortesía, me quedo aquí y que pase ella, verás cómo su reacción involuntaria me da la razón.”, y entonces me detuve. No os disteis cuenta, pero me paré durante un ratito, una fracción de segundo, y lo siguiente también pasó en apenas nada. Ella se paró también, más o menos a la misma distancia que yo, lo noté y pensé: “¿Qué esperas? ¡Pasa, venga!” y la miré a los ojos para dárselo a entender. Entonces me pareció que ella quería decir: “No, no, pasa tú.”. Bueno, no me lo parecía, ¡eso quería dar a entender! Entonces quise pasar yo, pero justo entonces ella echó a andar y nos encontramos en el cruce. Yo, sorprendido, no supe qué hacer, y ella aprovechó para pasar de perfil contoneándose diciendo: “¡Gracias, caballero!”. Yo me giré por pura inercia y con el brazo derecho extendido, quizás porque pensé decirle algo. ¡Vamos, que la muy mamona aprovechó para dejarme en ridículo!-terminó de explicar Carlos.
-¿Seguro? Pero si apenas se notó que pararais...Pareció que habías hecho la práctica tal como se te había indicado.
-¡Qué vaaaaaaaaaaa! Ella lo hizo aposta. El resto, ya lo conoces.
-¡Sí, jejejejejejeje!-rió Péibol-Recuerdo que te giraste un poco más y la pateaste en el culo. Entonces las tías de la clase dejaron de reírse y empezaron a decirte cosas, y la profesora te añadía otra nota de atención por “comportamiento anticiudadano”.
-¡Será incivilizado! Y no todas las chavalas me insultaron. Oí perfectamente que Klarisa reía a pleno pulmón y gritaba: “¡Por fin esta clase es graciosa!”.
-Bueno, pero Klarisa es Klarisa. El resto de la gente te miró con cara rara...No sé, a mí tampoco me convence eso que me has contado.
-¡Si no me crees, pregúntale a ella cuando llegue!
-¡Vale, vale! Pero cambiemos de tema...¿Qué has hecho este “finde”, tío?-preguntó Péibol.
-Poca cosa. Hacer los deberes de Educación para la gilipollez, Física y Química y las demás. Después, leí un poco...Después, jugué con la consola. Después vi la tele. Leí otra vez, pero tebeos. Volví con la consola. Leí un rato la enciclopedia. Leí la programación de la tele y grabé una película de terror psicológico. Luego leí por encima el periódico e hice un par de crucigramas, un autodefinido y un criptograma. Entonces estuve otro rato leyendo y jugando simultáneamente. Después me acosté y al día siguiente...-respondió Carlos cuando Péibol lo interrumpió.
-Vamos, lo de siempre, has jugado, leído y visto hasta que tus ojos se secaron y endurecieron como dos canicas. No has salido a ningún sitio.
-Pues sí, di una vueltecita en la mañana del sábado y en la del domingo. ¿Qué quieres que te diga? No me gusta salir por la noche. No me va la discoteca. Y has olvidado los dedos.
-¿¡Qué dedos!?-preguntó Péibol con miedo.
-Que de tanto jugar, las yemas de mis dedos se han inflamado y endurecido. Y como nuestros sabios medios de comunicación informan, mis músculos habrán mutado por el esfuerzo.
-¡Jejejejejejejejejeje¡ Sí, eso fue muy bueno...Anda que no les gusta usar la palabra “mutación”...Pero vamos, siempre igual.
-¡No, dibujé y escribí un rato el domingo por la tarde!
-Pero si no sabes dibujar...Escribir, un poco, pero bueno...
-¡Coño, si no practico, no aprenderé nunca!
-¿Y ahora practicas, en 4º de ESO, cuando ya no tienes asignaturas de dibujo? ¿Por qué no antes?
-Bien sabes que me agobiaba...Y que en mi casa me ayudaban, quisiera yo o no quisiera.
-Bueno, no importa...Creo que estás avanzando.
-¡Sí, jujuju! Pero lo mejor ha sido el último juego que compré, ya sabes, el Sáilent Gilipó.
-Parecido a Presidente Envilecido, ¿no?
-¡Sí pero no! Este es mucho mejor.
-¿Qué diferencias hay?
-Por ejemplo, el ambiente. En PE manejas a un tipo con experiencia de uso de mil cacharros de guerra para destruir un gobierno malvado, dirigido por un presidente que, con un aire de talante, pretende destruir el país transformando a todos sus habitantes en zombies políticos que sólo farfullen sus proclamas. Con el tiempo descubres que tras esto se esconde una compañía malvada que muta a la gente.
-Ajam...-dijo Péibol.
-En SG, sin embargo, manejas a un tipo patético y lento, una persona normal, vamos. Este va de vacaciones con su hija al pueblo de Sáilent Gilipó, una pendona desorejada, que en la primera parada en la gasolinera del pueblo, situada en la periferia del mismo, se larga a buscar buenos mozos entre los muchachos del lugar. El pobre hombre la busca pero cae en una emboscada de pendonas grotescas.
-¿Pendonas grotescas? ¿No serán zombies?
-No, no lo son, estas te matan e intentan violarte (Creo), no te comen.
-¡Ah...!
-El caso es que ya he descubierto que la hija sinvergüenza podría estar relacionada con la hija de una beata del pueblo, que es todo lo contrario, una niña religiosa, obediente...Un petardo, vamos. Puede que sean la misma o así, porque la segunda supuestamente lleva muerta varios años.
-¡Oh! ¿Y qué tiene que ver con el terror del pueblo?
-Puede que sean las fantasías eróticas de la religiosa, que rezará mucho pero le gusta el castigo de la flagelación, y ya sabes de qué te hablo.
-¡Jejejejejejeje!-rió Péibol-No está mal, no...¡Llega alguien!
Y en efecto, llegó Wilma, la chica pateada por Carlos. Este se adelantó.
-¡Dios, se arma!-gritó Péibol mientras reía.
-¡Wilma!-llamó Carlos. Ella se giró-¡Euh...Buenos días!
-Buenos días-respondió escamada, porque Carlos muchas veces no respondía.
-Verás, lamento haberte dado una patada...¡Pero reconoce que me tendiste una trampa!
-¡Es que entonces no habrías hecho bien la práctica, que te conozco muy bien y sé que te gusta tocarle las narices a la profesora! ¡Y yo no quiero una mala nota! ¡Que Educación para la ciudadanía es evaluable en Selectividad, la reválida y el examen de la facultad de Bellas Artes! Aunque no sé por qué ni me importa, somos de la rama científica...
-¡Pues precisamente por eso hemos de tocarle las narices y más si podemos a esa chiflada! Tenemos que demostrar que queremos una educación de calidad, y no un montón de gilipolleces. Porque ya se habla de que esta asignatura, que estudiamos desde hace apenas un mes, va a desaparecer. ¡Consulta el calendario, Péibol!-ordenó Carlos.
-¿El calendario escolar? ¿No habrás querido decir el horario u otra cosa?-
-preguntó el nombrado.
-¡Nooo, el calendario de las reformas!
-¡Aaaaaaaah! Bien, espera...
El calendario de las reformas era un documento que había elaborado la delegación de alumnos del centro con los profesores. Era un calendario del presente curso con varias fechas que llevaban a leyendas. En estas leyendas se constaba un posible cambio en la educación y el efecto que tendría sobre el curso escolar presente. Porque sí, en efecto, las reformas afectaban el propio curso actual. De hecho, la asignatura Educación para la ciudadanía se empezó a impartir en enero. Antes había en su lugar una asignatura llamada Uso y disfrute de la lectura. Por lo general, las reformas no alteraban demasiado las asignaturas principales.
-¡Pues sí, tío! Se habla de que va a ser retirada, y en su lugar tendremos Técnicas de estudio ninjas. Y un mes después, esta será retirada por Correcto fregado de suelos.
-¿Lo ves?-preguntó Carlos a Wilma-No hace falta preocuparse, dentro de nada habrá otra asignatura. Los políticos nos han enseñado que pasar de todo es la mejor actitud, pues ellos hacen y deshacen según quieren. Es lo que tiene comprometerse con grupos de presión, al final tienes un montón de favores que pagar. Y desde que se dejó que la educación fuera cosa de ellos y de las regiones, se transformó en el cachondeo padre.
-Sí, vale, pero mientras tanto me porto bien. ¿No se te ha ocurrido que esa mujer pueda enseñar otra asignatura?
-¡¿Eh?!-gruñó Carlos.
-Lleva razón, tío, podría ser-dijo Péibol tras guardar el calendario.
-¡Huuuuuuuuuuuuuum!-Carlos reflexionó un momento-No, no. Recordad que todas estas asignaturas chorras tienen profesores nombrados por el grupo que ha presionado para que se imparta. Seguramente no tienen nada que ver, a no ser que alguien sea miembro de dos grupos de presión al mismo tiempo, pero entonces sería el acabóse.
-¡Ah, es verdad!-exclamó Wilma-Es un alivio saber que no veremos a esa tonta nunca más.
-Ya, conoceremos a otra tonta nueva. O tonto. O vete a saber tú, ¡jejejeje!-rió Péibol por no llorar.
-Pero eso será entonces...Bueno, Péibol, ¿cómo ha sido tu fin de semana?-preguntó Carlos.
-¡Muy emocionante, tío! Ha pasado...¡Buuuuuuuuuuuuuf! Ha pasado lo más flipante.
-¿Y eso? ¿Otra vez de juerga?
Wilma se quedó escuchándolos un poco, pero salió fuera un momento.
-¡Claro, tío! Las pibitas, el alcohol, la marcha...
-¡Vamos, lo habitual en ti!
-¡No, ha habido algo muy emocionante! Tiene que ver con que alcancé el puntito mucho antes de lo habitual.
-¿Uh? ¿Qué es el puntito?
-Cuando uno empieza a ver borrosa su propia mano ante sí...A ver...¡Wilma! ¿Qué es el puntito?-preguntó Péibol cuando esta entró otra vez.
-Cuando uno empieza a estar un poco borracho sin estarlo del todo-respondió ella, que era buena chica, religiosa y estudiante pero también muy aficionada al licor.
-¡Eso! Pues yo tenía el puntito, pero además iba con Antonio Aposta, el Luna, Angelote y Ramonchu, los del colegio. Sabes a quiénes me refiero, ¿verdad?
-¡Sí, sí! Los recuerdo perfectamente.
-Pues ellos se emborracharon de lo lindo, antes de lo habitual y por eso pasó lo que pasó. Puede que estuviéramos algo más borrachos de lo habitual, cuando paseábamos por el centro, cerca del salón recreativo Las Vergas.
-Ajam...-Carlos conocía muy bien ese sitio, no en vano una buena parte de su adolescencia y preadolescencia había transcurrido allí, mientras machacaba la palanca y los botones pegándole a unos matones de barrio o bien corriendo grandes peligros en un país exótico.
-Entonces pasamos junto a un videoclub, uno de estos abierto las veinticuatro horas.
-Sí, sí.
-De pronto a Aposta le dio por entrar y entró, y nosotros tras él. Había un dependiente, un tío, y Aposta miró las carátulas y observó una con especial interés, y la cogió...
-Sigue.
-Y de pronto, sin decir nada, la metió en su cazadora, ¡y se puso a correr como un condenado!
Carlos se quedó de piedra.
-Nosotros no pudimos hacer otra cosa que salir a toda pastilla tras él. El dependiente también hizo lo mismo mientras se cagaba en nuestras putas madres. Corríamos todo lo que podíamos...Y a los dos minutos de “sprint”, lo dejamos atrás. ¡Qué fuelle da el alcohol, tío!
-Venga ya, hombre...¿Para qué coño quiso robar una carátula vacía?
-Pues el caso es que también tiene que ver contigo...Aposta dice que la cinta esconde un secreto, un mensaje cifrado enviado por nuestros mortales enemigos...¡Los cabrones del circo pruso!
-¡Los cabrones del circo pruso!-Carlos aún recordaba con pánico a ese grupo de payasos, fieras (Nunca mejor dicho), domadores, acróbatas y otros especialistas...Al principio tenían mucha gracia, pero luego se reveló que era una tapadera para un grupo de malhechores. Pasaron por el colegio de Carlos y Péibol, y cometieron una fechoría atroz sin dar siquiera un espectáculo bueno y completo, pues huyeron tras el hurto: ¡Sustrajeron las galletas que iban a comer de merienda! En su lugar tuvieron que comer limones ¡Jodidos limones ácidos! Si al menos, hubiera habido azúcar y un exprimidor, podrían haber bebido limonada, pero ni eso...Desde entonces, llorando por el sabor fuerte del cítrico amarillo, Carlos juró vengar tal afrenta.
Por ello, permaneció un rato meditabundo, hasta que volvió a su duda inicial.
-Pero, y a riesgo de ser repetitivo...¿Para qué, si las cajas de las estanterías de los videoclubes están vacías? Sólo es una carátula.
-Sí, nos dimos cuenta tras el “sprint”-respondió Péibol sin problemas.
-Entonces, no sirve de nada.
-¡Oh, sí!
-¿Cómo?-preguntó Carlos.
-Pues basta que veamos la cinta.
-¡Pero si Aposta robó únicamente la caja! ¿O en la carátula aparece la pista?
-Bueno, verás, es que no he acabado de contar la aventura...Aposta volvió corriendo al videoclub a pesar de los consejos que le dábamos nosotros y lo atracó.
-¿¡Ein!? ¡No jodas!-exclamó Carlos-¡Me cago en la leche, Péibol, estáis agilipollados! ¡El alcohol es malo, lo he dicho mil veces!
-Pero, verás, pasa que...
-¡No, pasa que sois idiotas, joder! ¡Un atraco! De hurto a atraco en menos de cinco minutos, eso es una escalada criminal y no las historias que los jovencitos americanos pseudo-rebeldes admiran por la tele y las películas carcelarias.
-¡Pero déjame acabar!
-Está bien...¿Qué sucede?-preguntó Carlos.
-Que eso fue la madrugada del sábado, vamos, en las primeras horas del día de ayer, domingo.
-¿Y qué?
-Que Aposta fue detenido en el mismo lugar, porque el dependiente avisó a la policía tan pronto como llegó tras volver de la persecución fallida, y al poco llegó Aposta.
-¡Joder! ¿Aún está en el calabozo?
-No...Ahí es donde entras tú...
-¿Dónde entro yo?
-Verás, Carlos...En una esquina cercana vimos que la policía se llevaba a Aposta mientras gritaba que los cabrones del circo pruso estaban detrás de todo eso-Carlos reprimió la sorpresa, aunque pudo verse en su rostro. Él no era el único que quería vengarse del circo pruso-Por supuesto, nos mantuvimos al margen...Hasta que Angelote estornudó y de pronto empezó a potar, y el ruido que formó alertó a la poli...Todos fuimos detenidos.
-Déjame acabar la historia: Todos fuisteis a diferentes calabozos, donde unos tipos con mala pinta bromeaban sobre violaros allí mismo mientras discutían la postura. Al rato llegaron vuestros padres, quizás se quejaron de vuestras detenciones, os sacaron y al llegar a casa os tocó broncazo al do mayor. Una historia preciosa. Por supuesto, estáis castigados.
-¡No! Nos libramos. Resulta que al llegar, intentaron llamar a casa de cada uno, pero afortunadamente nuestros padres no estaban en casa. Entonces supe que era mi ocasión. ¡Usé esto!-y sacó de un bolsillo de su pantalón un papel. Carlos lo reconoció.
-¡Eso es la garantía de pago que te regalé!-Carlos era muy tacaño y muy aficionado a ganar dinero y almacenarlo. Por ello, prestaba dinero a jóvenes de su edad con interés, eso sí, dependiendo del tiempo de préstamo y del dinero, así como el objetivo por el cual se quisiera el dinero, era capaz de fijar un interés enorme.
No obstante, daba dinero desinteresadamente a veces, cuando no tenía más remedio en cumpleaños, excursiones o similares. Esa garantía era el obsequio que Carlos dio a Péibol cuando lo ayudó a huir del ataque de los hurones rabiosos en los servicios del instituto hace un año. Obviamente, el muchacho esperaba que Péibol nunca usaría la garantía, del mismo modo que él jamás recibió aquel pedestalito cuando salvó su aprobado de la asignatura de Métodos experimentales encontrando el error de cálculo en la práctica que llevaban a cabo.
-¡Sí, en efecto, tu gran garantía de pago! ¡Tanto, que la policía la ha dado por buena! Así, pudimos salir. Eso sí, tienes que pagar la cantidad escrita.
-¿Pa...pagar?-tembló Carlos.
-Sí, lee.-Péibol le tendió la garantía. Carlos la cogió, leyó y empezó a maldecir.
-¿¡Tanto dinero!? ¡Joder, me cago en la leche que mamasteis! ¿Seguro que el dependiente no era el presidente? ¡Por menores cantidades, han salido de la cárcel empresarios corruptos!
-¡Deja de quejarte, no es para tanto! Es una pequeña multa... y tienes pinta de mayor de edad, así que ya sabes lo que toca...
-¡Eso me pasa por listo! ¡La próxima vez que me salves de un peligro increíblemente surrealista, te regalaré un llaverito de tu equipo de fútbol favorito o de la tía buena del momento!-se quejó Carlos.
-¡Pues vale, al menos este me ha cundido!-Péibol se carcajeó. Carlos lo miró con rabia.
-¡Pues que sepas que mañana mismo quiero mi pedestalito!
-¡Dame tú antes el dinero de aquella apuesta del colegio!-le recriminó Péibol.
-¡Jamás! Tú sabes bien que un saludo es cortesía, no contaba como parte de nuestra apuesta de que yo no hablaría en todo un día-se excusó Carlos.
-¡Todo un día es eso, todo un día!-espetó Péibol.
-¡Pues no! Además, el saludo era para Angelote-respondió Carlos.
Y siguieron discutiendo mientras los demás compañeros llegaban. Piñero y los otros decidieron no intervenir. No obstante, decidieron quedar tras las clases, a las cinco de la tarde, para arreglar los asuntos y examinar la película. La cinta era interesante para Carlos.
-¡Tras tanto tiempo, una pista de tan nefandos personajes!-pensaba él mientras las ecuaciones, los sintagmas y demás conceptos que se aprenden en las clases bailaban en la pizarra.
Acabaron las clases, volvió a su casa en apenas un minuto, pues no corría sino volaba, comió rápido y esperó con impaciencia, intentando matar el tiempo leyendo o haciendo los deberes. Los minutos transcurrieron provechosos y llegó la hora, se despidió de su familia y salió a la calle con la misma ropa de la mañana. Péibol llegó cuando él salía del portal del edificio donde estaba su casa.
-¡Vamos, Carlos!-empezaron a andar juntos.
Llegaron a la comisaría al poco y Carlos pagó la cifra indicada en su propia garantía con notorio malestar.
-“Algo se muere en el alma, cuando una amigo se va...”. ¡Lallallatralará!-cantaba y tarareaba Carlos mientras entregaba billetes y monedas.
-¡Déjate de números de circo!-protestó Péibol. El policía encargado del trámite se partía de la risa disimuladamente.
Salieron y fueron al centro de la ciudad, Carlos se dio cuenta entonces de qué pasaba.
-¡Luego entonces vamos por la cinta! Claro, Aposta no pudo robarla... Pero creo que serás reconocido, Péibol.
-¡No seas cenizo, Carlos! Con suerte, habrá otro dependiente. ¡Tras un fin de semana trabajando en horario de noche le darán el lunes libre, tío! ¡Y si no, entras tú!
-Bueno, puede pasar que el dependiente no te reconozca, al fin y al cabo eras parte del acompañamiento-dijo Carlos, para picar a Péibol.
-¡Aaargh!-gritó Péibol.
Llegaron y Carlos se asomó.
-Tienes suerte, es una chica-le comunicó a Péibol.
Entraron al videoclub. Carlos se dio cuenta de algo.
-Oye, ¿qué pasa con el carnet de socio?
-Nos sacaremos uno.
-¿Ein? ¿Yo también? ¿Significa eso que también pago el alquiler de la cinta?
-¡Pues claro! ¡Quien no paga no ve la película!
-¡Que hubiera pagado Aposta, ya que fue el descubridor! ¡Mira que robar!-Carlos empezó a levantar la voz.
-¡Chist, calla!-le susurró Péibol-¡Que como nos descubran, adiós la peli!
-¡Eso tú, capullo! Yo no iba, puedo comprobarlo.
-Bueno, vamos al meollo.
Pasearon por las estanterías. Carlos esperaba que Péibol fuera por la cinta.
-¿Cómo se llama, por cierto?-preguntó el primero.
-No sé, no lo oí bien. Pero recuerdo la carátula...¡Mírala, ahí está!-señaló una. Carlos comprobó que había copias tras esta.
-¡Pues venga, sin más!-Carlos tomó la cinta y fue al mostrador seguido por Péibol.
-¡Buenos días!-saludó la dependienta.
-¡Hola!-respondieron ambos y sacaron el carnet en poco tiempo. Entonces le entregaron la copia. La chica leyó su lomo.
-Soy puta y mi coño lo disfruta-dijo sin más. Carlos y Péibol no dieron muestras de sorpresa. Se quedaron callados.
-¡¿Perdón?!-inquirió Carlos pensando que había dormido poco y estaba sufriendo una alucinación.
-Euh... Muy chistosa, sí-comentó Péibol.
-Esa es la película que queréis alquilar, ¿no? “Soy puta y mi coño lo disfruta”, de Carmen de Mairena-explicó la chica.
-Carmen de Mairena...Me suena-dijo Carlos por lo bajo.
-Claro, es el famoso act...¡intérprete, que diga! El intérprete transexual de películas pornográficas-le comentó Péibol en el mismo tono.
La chica les dijo el precio y Carlos pagó de su propio bolsillo sin decir nada. Salieron con la copia metida en una bolsa, Carlos la llevaba bajo el brazo bien tapada. Antes, miró la estantería. La película estaba en la sección llamada “Pornografía para dementes enfermos que deberían ser encerrados y las llaves de las celdas deberían ser arrojadas a las profundidades del mar”.
-Péibol...Alguien debe pagar esto.
-¡Sí, tío! Yo tampoco me he fijado, te lo juro-se disculpó, temiendo una reacción violenta.
-Me refiero a Aposta. Ya sabremos cómo supo el secreto de la película...Después, lo mataré. Y lo mataré mucho. Y ya verás cómo alguien puede morir mucho, ya...¡Juajajaja!-empezó a carcajearse mientras Péibol se aterrorizaba.
Lograron reunir a la hora y pico de salir de la tienda a los otros. Nada extraño, pues eran unos vagos que mayormente no daban un golpe al agua, y como era lunes no tenían muchos planes. Le agradecieron a Carlos que hubiese pagado la fianza, y prometieron que le devolverían el dinero. Carlos aprovechó para decir una cifra un 50% superior a la real, y logró detener que Péibol se chivara ofreciéndole la mitad de la diferencia. Acordaron ver la película en casa de Péibol porque no había nadie, ya que el contenido de la película era censurable.
Todos llegaron y se sentaron en la salita. Péibol introdujo la cinta y con el mando del reproductor de vídeo quiso activarlo, pero Carlos le pidió que esperara y le hizo preguntas a Aposta.
-¿Cómo conocías la existencia de esta película?
-Unos colegas y yo la alquilamos un fin de semana de verano, cuando estábamos muy borrachos.
-¿Te llamó la atención algo?-Carlos empezó a ser algo puntilloso. Péibol empezó a asustarse.
-Hombre, es bastante guarra, la verdad.
-¿Algo guarra? ¡¿Algo guarra?! ¡¿Dices que es sólo algo guarra?!
-¡Carlos! ¡¿Qué te pasa, eh?! ¡¿Ya estás de mala uva?!-preguntó Angelote alzando la voz como hacía siempre.
-Quillo, tranquilidad-rogó el Luna.
-Sí, mejor que sea así-confirmó Ramonchu.
-Anda, conoced el título de la película y opinad entonces-les tendió la carátula de la discordia, y se quedaron estupefactos.
-¡Aposta! ¡¿Qué es esto?! ¡Esto es lo peor que jamás haya visto! ¡Y aún no hemos empezado a verla!-volvió a gritar Angelote.
-Por favor, que no sea demasiado fuerte, que me pongo malo-volvió a rogar el Luna.
-Sí, eso-volvió a confirmar Ramonchu.
-¡Veámosla ya, antes de que sea tarde!-propuso Péibol, y todos estuvieron de acuerdo.
Contar qué vio el sexteto, aunque fuera por encima, sería obsceno. Digamos que, mientras los seis veían una secuencia interminable de actos repugnantes, se preguntaron qué los había llevado allí, ante ese televisor que despedía un sinfín de horrores grotescos que provocaba que pensasen que el universo estaba gobernado por monstruosidades cósmicas, como escribió Lovecraft.
Cerca del fin de la película, Carlos, que era el único aún capaz de hablar, decidió preguntar:
-¿Aún no, Aposta?
-¿Eh...? ¡Ah, lo olvidé, es mucho más horrible que cuando la vi borracho y me ha dejado aturdido! ¡Trae el mando!-pidió a Péibol y detuvo la reproducción. Todos respiraron. Rebobinó la cinta.
-¡Mira, aquí está la pista!-anunció entonces, y todos se acercaron, pese al terror. Congeló una de las escenas más abominables.
-¿Qué sucede?-preguntó Carlos.
-Lee con atención-Aposta señaló la pared que se veía tras la “acción”. Se leía “pruso”.
-¿Y...qué más?-preguntó Péibol.
-¡Eso es todo! ¡Pero significa que nuestros enemigos traman algo!
-¡Er, Aposta, los datos de la carátula dicen que la película tiene su tiempo! Temo que no nos haya servido de nada...-explicó Carlos, mientras empezaba a mostrarse visiblemente enfadado. Los otros cuatro comenzaron a retroceder.
-¿Uh? ¿Estás enfadado?-inquirió lúcido Aposta.
-¿Enfadado? ¿Por qué? ¿Por haber pagado la fianza de un capullo chorizo? ¿Por haber alquilado una película que me señala como un pervertido? ¿Por haber visto durante la última hora y media un aberrante carrusel de asquerosidades? ¡Claro que estoy enfadado!-gritó por último Carlos, y se lanzó al ataque. Ese día fue conocido como el de la ira del tacaño y los cinco capullos. Aposta salió algo malparado, pero no guardaba rencor a nadie. Los otros cuatro, Péibol, Angelote, el Luna y Ramonchu se escondieron a tiempo. Carlos acabó con pérdidas económicas, pero pudo reponerse con un negocio consistente en ver la película grotesca entera sin vomitar o pagar su alquiler, que tuvo éxito entre gárrulos. Además, la devolución de la fianza más intereses hizo que se tomara el hecho como una pérdida de tiempo.
Y cinco meses después, se acabó la clase de Educación para la ciudadanía y empezó la de Técnicas de estudio ninja, gracias a la cual ganaron concentración y “chakra”. Y no les sirvió para nada, claro.
Mañana, post normal.
5 comentarios:
Si es que hay de todo en todos lados... Eso de las asignaturas que no sirven para nada se da en todos sitios. Por fortuna para nosotros, no nos tocó nada parecido a eso de educación para la ciudadanía.
Ahora, eso de la cinta de vídeo... es... traumático. Y mejor no pregunto sobre el circo pruso. xD
Bueno, esto me servirá de experiencia: No meter un relato de doce páginas en un post, aleja lectores... Claro que varios de mis habituales están muy ocupados, como yo con sus respectivos blogs. XD
Gracias por comentar, veo que la historia contiene elementos bastante reales. ¿Qué te parece la narración y tal? Necesito críticas. :)
Y si la cinta te parece traumática, te diré que Carmen de Mairena existe. Búscalo por Google si quieres, pero te desaconsejo hacerlo... ¡Enloquecerías! Y he escrito "circo pruso" para evitar "circo ruso", no caiga una demanda. ^^
Sé que hay "algo" llamado Carmen de Mairena... y no creas que voy a buscarlo, que ya haber oído algo así me basta.
Así que pruso en vez de ruso... Ahora se entiende aún más. xD
Y la narración me gusta bastante. Oye, que hay variedad de palabras, tratas de repetirlas pocas veces gracias a los sinónimos y la estructura del relato y las descripciones están muy bien.
Nada, que tienes enlace asegurado en el escritorio. ;P
Mola!
Por cierto, Carmen de Mairena a veces pasa por el bar que está justo delante de la oficina donde curra mi padre... el horror... xD
Draug: ¡Gracias! Sí, evito la repetición, más que nada para procurar no cansar al lector por leer lo mismo hasta la náusea. Haber leído la biografía de cierto náufrago ayuda mucho (un día le dedicaré parte de un post).
Eso sí, tengo que ser más rápido... bueno, más constante, hace no sé cuánto tiempo empecé este relato y el otro... antes de agosto, seguro.
Koopa: Ya te lo he dicho por Messenger, pero más horrible es vivir en el mismo barrio del Penumbra, y divertido. Veré si hablo en detalle...
Eso sí, tengo que mejorar mis técnicas de publicidad...
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