Bueno, volvamos a las entradas habituales de este santo blog. Entérome por la prensa de que Àngel Sala, director del festival Sitges, ha sido imputado por proyectar pornografía infantil. ¡Caramba, caramba! ¿Qué significa esto? ¿Acaso en Sitges han decidido dejar de lado el terror para enfrentarse a las leyes?
¡Pues no! Buscando información, encuentro que la película en la cual, según la acusación, se proyectó tan horrendo divertimento... ¡no contiene escenas semejantes! Al menos, en lo concerniente a manores. Luego entonces, ¿de qué se acusa a este hombre? Por lo visto, de haber permitido la proyección de una película con escenas desagradables: en una se “”insinúa”” un incesto y en otra se rueda con un muñeco. Pero claro, que no dañan a niños reales.
Mi postura alrededor de estos temas está clara: rechazo la censura. Sólo el autor ha de determinar los tabúes de su obra, siempre que no se dañe a alguien. Por supuesto, esto no quiere decir que yo, a título personal, aplauda A Serbian Film. Ni siquiera la he visto, y quizás me parezca asquerosa, pero coincido con George Orwell:
La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.
Y yo añadiría que también es replicarle a quien no quiere ser cuestionado. Es decir, esta libertad incluye tanto la crítica como la contracrítica. No creo necesario extenderse más.
Ahora que recuerdo, servidor ha escrito un relato, colgado hace unos dos semanas, que narra un caso de canibalismo, aunque es humor negro. ¿Debería añadir un aviso que advirtiera “No recomiendo su lectura si es usted menor de edad, susceptible, demasiado empático y/o con tendencias a denunciar cuando algo no le gusta”? ¡Ya me siento intranquilo!
* Que me disculpen aquellos lectores que saben que esta expresión es infame e incluso estúpida, pero después de esto es mejor ser precavido.
2 comentarios:
Concuerdo totalmente contigo, incluso quizás yo voy más allá, porque soy un furibundo defensor de aquello de que 'por la boca muere el pez' y 'cada palo que aguante su vela', o sea, que no existen los delitos de opinión, por muy asquerosas que sean esas opiniones y si sólo se quedan en eso.
De hecho, los delitos de opinión pueden ser un acicate para que algunos digan mayores burradas. Por ejemplo, el autor de un blog revisionista llegó a presumir que sus opiniones (como hacer una crítica literaria del Mein Kampf) "podrían llevarlo a la cárcel". Es interesante añadir que también llegó a decir que habría preferido morir por una nación belicosa en alguna guerra a sumirse en la mediocridad de esta sociedad actual.
Publicar un comentario