sábado, marzo 28

Alienación.

Tras una citación infructuosa, volvía yo en autobús a mi casa, cuando vi de pronto algo insólito. Una mujer, que llevaba a una niña, estaba situada entre el carril exclusivo del transporte público y los de circulación normal, de sentidos contrarios. Por supuesto, en ambos carriles inmediatos había vehículos circulando. La mujer tironeó, además, de la chiquilla, para que se quedara sobre la línea longitudinal. Afortunadamente, en un acto de piedad, el chófer dejó pasar a las dos. Mientras se iban, sentí vivos deseos de hablarle a la mujer acerca de mi opinión acerca del trato a la niña, así como a realizar ciertas suposiciones acerca de la profesión de su madre.
Si a algunos os asombra este hecho, sabed que os envidio. En Sevilla, ver a peatones cometiendo actos arriesgados como este es frecuente. El tipo más común es el de peatón que cruza por el semáforo cuando quiere, es decir, aunque esté en rojo para él. No me refiero a esa persona que cruza mientras no pasa ningún coche, sino a quienes cruzan corriendo para pasar antes que un coche que viene conduciendo de modo normal. Es un espectáculo estar paseando con uno de estos individuos mientras les estás hablando, para de pronto tener que echar una carrera porque quiere pasar antes que ese coche que viene a toda pastilla. Además, cuando, tras la impresión, les echas en cara su imprudencia, o se parten de la risa, o te sueltan que la obligación del conductor es detenerse si hay peatones. De nada sirve que les digas que la cuestión no es esa, sino que pueden tropezarse y acabar muy mal. Una subespecie es tan descarada que cruza sin más, mirando con cara de cordero degollado al conductor para que pare.
El siguiente escalón es cruzar por donde se prefiera, pasando olímpicamente de los pasos de peatones. A lo mejor hay uno a no más de veinte metros, pero parece ser que no pueden perder ni un minuto. Por supuesto, la subespecie descarada también se presenta entre ellos.
Aún así, estos sujetos no son nada comparados con los que, como la mujer del principio, encima llevan a niños. ¿Tanto vale ahorrarse tres minutos de paseo hasta el semáforo más cercano? ¿Tanta prisa tenemos que queremos correr más rápido que un coche? Supongo que esto continuará, algún día ocurrirá algo que producirá una gran impresión, tendrá mucho seguimiento por los medios, todo el mundo se llevará las manos a la cabeza, alguien anunciará que tomará medidas para evitarlo, y se olvidará todo cuando haya nuevos temas.
Y así, hasta que la esta gente cambie o se cobren multas a los peatones. Yo espero que sea lo primero, de veras.

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