¡Cuánto tiempo...! Todavía estoy de vacaciones, pero vuelvo a actualizar.
La última entrada anunciaba que iba a Múnich para un seminario profesional del posgrado. Debo empezar por el viaje en avión, pues era primerizo. Lo cierto es que no lo encontré desagradable en absoluto. Algo de mareo, pero nada más. No acabé con los dolores de los que me hablaron.
Tras hacer trasbordo en Palma de Mallorca, llegamos al hotel hacia las seis, por retrasos. Ese día no hicimos ninguna visita, así que después de reunirnos en el hotel, nos marchamos a la cena de bienvenida, celebrada en un restaurante llamado Wirtshaus in der Au, donde tuvimos una agradable fiestecilla.
Al día siguiente, martes, acudimos a la reconstrucción del campo de concentración de Dachau. Tuvieron el detalle de darnos audioguías en español, aunque se me hizo un poco monótono escuchar la lenta explicación, así que investigué por mi cuenta.
Por la tarde, fuimos a la factoría de Audi, localizada en un pueblo llamado Ingolstadt, donde comimos e hicimos una minivisita. En Audi, pudimos ver el proceso de pruducción, donde lo más espectacular son los robots. Tienen el aspecto de grúas, y trabajan automáticamente mediante órdenes programadas. Los equipos humanos destacan por su eficacia, y el lugar está inmaculado.
El miércoles fuimos de tour turístico por la ciudad. Como teníamos tiempo, decidimos ir a ver el carrillón del Nuevo Ayuntamiento de Múnich. Todos los días, a las once y doce de la mañana y a las cinco y las nueve de la noche, unos autómatas obsequian a los viandantes con la danza de los toneleros, festejando el fin de la peste en 1517. El tour, a continuación, tuvo un problema grave: las cristaleras del autobús daban reflejos, así que hubo que levantarse varias veces para hacer buenas fotografías.
Por la tarde, visitamos la cervecería de Löwenbräu. Primero vimos un cortometraje de su historia, después su museo, y por último la zona de lavado de botellas, que funciona a un ritmo de 155.000 botellas lavadas por hora. También vimos la zona de fermentación, pero en menor detalle. Después de la visita, fuimos acasajados con una degustación de salchicas y cerveza.
El jueves volvimos a Audi, pero por la tarde. La mañana fue libre, y decidí visitar el centro para comprar regalos, pero tuve que dejarlo para el día siguiente. En esta ocasión, visitamos el museo de la historia de Audi, donde pudimos admirar modelos clásicos.
El viernes visitamos el Museo Alemán, cuya extensión para cualquier especialidad científica es impresionante, pero la sección de química estaba cerrada. No obstante, sólo por la zona de farmacia, de aeronáutica y de física, las que más me gustaron, merece varias visitas. A partir de la una y media, tuvimos tiempo libre, pero el tiempo, como más adelante comento, fastidió bien.
El sábado volvimos a Sevilla mediante el mismo itinerario. A pesar del retraso del primer vuelo, llegamos a tiempo, pero no así nuestras maletas, que se quedaron en Palma de Mallorca. La mía llegó a mi nueva casa el día siguiente, pero algunos compañeros recibieron las suyas con desperfectos.
Ahora, comentarios generales sobre el viaje: El tiempo, como he comentado, fue muy molesto: los tres primeros días hizo mucho calor, pero a partir de la tarde del tercero empezó a llover. Los dos últimos días no paró de llover e hizo frío, lo que impidió que visitara el Jardín Inglés.
Sobre la comunicación, al principio intenté usar mi poquito de alemán, pero al final empleé el inglés. Más que nada, porque durante mi desalojo no he podido repasar el idioma germano, y porque los alemanes se sienten confundidos cuando mezclas su lengua con el inglés. Sin embargo, en la mayor parte de las visitas acabamos encontrando ayuda en español.
También es justo decir que no todos los alemanes hablan inglés. Quizás sea cierto para la generalidad de los nacionales jóvenes, pero no para inmigrantes ni viejos.
Relacionado con lo anterior, allí pude encontrar a muchas musulmanas con la cara cubierta. Me llamó la atención, pues cuando fui aún estaba caliente el tema de la prohibición del burka en Cataluña.
Quizás se deba a que los muniqueses son muy pacientes. Apenas pitan mientras circulan. Otro aspecto de su cultura es relativo al pago: en los campos de cebada, uno puede llevarse una mata de lúpulos si deja un poco de dinero en una bolsa. No hay guardas. Los artistas callejeros, pintores, músicos o lo que sea, también reciben pagos por su servicio. Curiosa filosofía.
Otra curiosidad es que, si bien en las ciudades hay tecnología punta, fuera hay mucho campo. No sólo he visto bosques extensos mientras viajaba a las fábricas, sino que pude ver árboles tranquilos al lado de casas rurales. Nada de talarlos para montar un chiringuito.
Sobre el ocio, el centro de Múnich ofrece centros para todos los gustos: pizzerías, bocaterías, tabernas irlandesas, discotecas, locales al aire libre y tabernas locales. Sea cual sea tu preferencia, acabas contento. La oferta cultural del centro es amplia, con la catedral, el ya nombrado museo de la ciencia, los museos de arte y más curiosidades. El Jardín Inglés es inmenso, incluyendo bosque y río artificiales.
La verdad es que la lluvia me fastidió el último día y varias visitas, pero he disfrutado mucho del viaje. Lamento no haber incluido fotografías, pero es posible que los alumnos del curso las subamos a alguna página.
Por otro lado, cuando volví, fue a mi nueva casa. Mucho me temo que mi anterior casa, donde he vivido toda mi vida, va a ser demolida. Los daños a la estructura son demasiado graves para que una reparación sea buena idea. Mi nueva casa es mucho más pequeña que la anterior, pero nada me quita el buen ánimo.
Bueno, tras pasar un mes adaptándome y de vacaciones, tendré que prepararme para el regreso a clase.
1 comentario:
Mi padre estuvo trabajando en Alemania cuando joven y lo que más le llamó la atención fue que la gente pagara por las cosas cuando perfectamente podía robarlas. Me enseñó que eso era la prueba definitiva de progreso y civilización, y a partir de esa escena yo creo que cambió su concepción del mundo. Lo digo de veras.
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