De todos modos, los primeros episodios no han aclarado mucho, y ya han añadido nuevas intrigas. Desde luego, sólo sigo viendo la serie porque me enganchó, porque temo su final. Los finales no siempre son, al contrario de lo que algunos simplones piensan, decepcionantes. De hecho, no deberían. Son la única manera efectiva de impedir que una idea brillante se vaya a tomar por saco por un alargamiento excesivo.
Sin embargo, todo lo que he oído hasta ahora sobre la última temporada de la serie me acojona: que los guionistas rogaron a Fox acabar la serie, que Disney quiere explotar el chollo en nuevos formatos o que el último episodio será un musical al estilo Bollywood. ¡Brrrrrrrrrrrrrrr!
Los estadounidenses han acuñado un término específico para estas series que duran demasiado: saltar el tiburón (jumping the shark). El término es una referencia a la telecomedia familiar Happy Days, que triunfó en los EEUU desde 1974 hasta 1984. Hubo un doblaje sudamericano llamado Días felices. Esta contaba las vivencias de una familia bien y de un italoamericano gamberrete llamado Fonzie.
Como ocurriera años después con Steve Urkel, el tal Fonzie acabó siendo el personaje más carismático de la serie, y se volvió el pilar de los guiones. Debido a ello, Fonzie fue abandonando su vida de delincuente juvenil, especialmente en el último capítulo de la cuarta temporada, cuando casi se mató en una carrera de coches. El susto lo escarmentó lo suficiente para volverse más formalito, llegando al punto de bautizarse.
No obstante, poco después (el segundo episodio de la quinta temporada), Fonzie, nuestro héroe, practicaba el esquí acuático. Hasta este punto, nada extraño. El problema surgió cuando Fonzie, por una apuesta, saltó por encima de un tiburón.
Afortunadamente, el tiburón era uno de los que aparecían en los tebeos de Vázquez, y estaba resignado a perder presas humanas.
El público y la crítica no pasaron por alto la bravata, y se creó la expresión para definir ese momento en que una serie alcanza su clímax por un hecho sumamente inesperado, y ya todo va cuesta abajo. Tan pronto como se salta el tiburón por primera vez, es necesario volver a hacerlo para mantener el interés de la audiencia.
Por supuesto, existe una página web, que ha clasificado todos los recursos en 18 categorías diferentes. Huelga decir que Perdidos ya ha explotado varias de las categorías. Sólo espero que los guionistas no sean arrojados a tiburones verdaderos.
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