El séptimo episodio de la cuarta temporada de South Park se llama Cherokee Hair Tampons. Tampones de pelo de cheroqui, tal cual suena. Se puede encontrar en la página de la serie, obra de los propios Trey Parker y Matt Stone, en inglés.
El episodio trata de que Kyle sufre de insuficiencia renal a causa de una diabetes, y sólo puede curarse con un transplante. Lamentablemente, el único donante compatible resulta ser el mezquino de Cartman, que sólo aceptaría si cobrara 10 millones de dólares. Los padres de Kyle, desesperados ante el hecho de que la medicina no puede salvar a su hijo de otro modo, deciden buscar una solución alternativa: la tienda de medicina holística, propiedad de una tal señorita Información. Esta mujer, claro está, una estafadora de cuidado que emplea una jerga quasimística para describir los síntomas de Kyle, como llamar "expulsión de toxinas" a su vómito. Lo primero que hace es convencer a los padres de Kyle de que la medicina hospitalaria nada puede contra su mal, pues sólo quieren hacer dinero, y los invita a comprar fármacos en su tienda, que comparte con dos "cheroquis", a precios escandolosos. Estos últimos dos personajes, por lo visto, son doblados en la versión original por Cheech y Chong, un dúo de comediantes estadounidenses, que se hicieron célebres hace cuatro décadas con parodias de los hippies drogatas.
Mientras todo esto ocurre, Stan anda con la mosca detrás de la oreja, e intenta tanto obtener el riñón de Cartman como demostrar al personal la inutilidad de la medicina holística y de la incompetencia de sus métodos. Por supuesto, su madre lo riñe por ser el niño que señala al emperador desnudo. No obtante, los cheroquis se parten de risa con los habitantes de South Park, gracias a los cuales están haciendo un negocio redondo. Entre otros útiles naturistas, les venden tampones hechos de su propio cabello, dando tanto nombre al capítulo como razón a un crítico, que dijo que, si bien Matt Stone y Trey Parker pueden hacer brillantes sátiras políticas, están obsesos con lo que puede entrar o salir de los orificios del cuerpo humano.
Finalmente, el clímax llega cuando el pachucho Kyle es llevado a la tienda para que los risueños cheroquis le apliquen una cura espiritual. No obstante, cuando los dos ven el lamentable estado del niño, dejan el cachondeo a un lado y afirman que Kyle necesita a un médico. Todo el mundo se queda estupefacto, y se da un diálogo memorable que era más o menos como sigue:
Madre de Kyle: ¿Pero ustedes no usan productos procedentes sólo de la Tierra?
Cheroqui: ¡Por supuesto! A él-señalando a su compañero-y a mí nos chifla todo lo que viene de la Tierra, pero eso no tiene nada que ver con morirse.
Los habitantes de South Park se quedan desolados, ante la confesión de que ellos, como cualquier otro ser humano, carecen de la panacea. No queda ahí la cosa: los cheroquis aclaran que ellos no son tales, sino mexicanos, haciendo que los ciudadanos se escandalicen de modo absurdo, y que la mujer del tampón de pelo grite horrorizada. Cuando los últimos recriminan al par ser unos mentirosos, estos recuerdan que todo es obra de la señorita Información, y que ellos nunca afirmaron ser nativos americanos. Los ciudadanos rodean a la curandera, y la muelen a palos después de que esta volviera con el rollo de las toxinas. Los mexicanos, de nuevo, se cachondean.
Finalmente, el capítulo acaba bien, e invito a verlo. Lo que me interesa es la crítica a no sólo la medicina alternativa, sino a los adoradores de los pueblos primitivos. Como bien dice el mexicano, poco tiene que ver que estés en contacto con la Tierra, si vas a morir. Lo más señalable del capítulo, emitido el 28 de junio de 2000, es su intemporalidad: describe a la perfección la ingenuidad de quienes se dejan guiar por iluminados. Lo he recordado a raíz de las falsas predicciones mayas que tanta popularidad, así como beneficios, le están dando a algunos de sus promotores, como Lawrence E. Joseph. Este caballero asegura que pasará el dia 21 de diciembre de 2012 con sus hijos en un lugar tranquilo. Once minutos después de las once de la noche, estrechará la mano de sus retoños mientras contempla la llegada del apocalipsis. No lo entiendo, porque si la profecía se basa en el calendario maya, ¿para qué seguir el calendario gregoriano? ¿Las horas mayas son iguales a las gregorianas? ¡Qué casualidad! Diría que su objetivo es huir de la inteligencia, si no fuera porque se las ha arreglado para vender a porrilo su libro Apocalypse 2012, mientras que otras predicciones del fin de tó, como dos que lo situaban en 2004, han pasado sin gloria ni pena. Incluso para ser apocalíptico hay que tener suerte, amigos.
Chorradas que, como se señala en alguna que otra página dedicada a la extensión del pensamiento crítico, se basan en la falacia del "buen salvaje". Por lo visto, para los propulsores de esta mamarrachada, un imperio como el maya es comparable con sociedades primitivas simplemente porque vivían en la edad de cobre. Una opinión filorracista que demuestra ese dicho de que los extremos se tocan. Además, es interesante ver cómo para estos individuos, todos los "buenos salvajes" son iguales. Piensen que el planeta, respecto al hombre, es enorme, y como existe una increíble diversidad climática y geográfica, la civilización pasó por numerosos oficios, técnicas y estructuras sociales. Pero no: lo mismo da un inuit que un kwakiutl, que ambos conocen los secretos más recónditos del equilibrio ecológico sin haber ido mucho más allá de su terruño. Por supuesto, estas gentes tienen conocimientos que los ayudan a mantenerse en partes del mundo donde, si me dejaran ahora mismo, moriría de hambre. No obstante, esto no es eximente de que estén sujetos a las mismas reglas que el resto de los mortales, esto es, que su sabiduría se base en la experiencia acumulada por generaciones. Por tanto, la validez de sus predicciones depende de los conocimientos que tengan sobre el tema, como ocurre con la ciencia. No creo que un inuit sepa qué es un potlatch, mientras que el kwakiutl no se figura que hace calorcito dentro de un iglú.
De hecho, en el caso de las profecías mayas, un ivestigador asegura que, si se les preguntara a las comunidades mayas supervivientes qué, en su opinión, ocurriría en el 2012, responderían que no lo sabrían. De hecho, les preocupan más las sequías que el fin del mundo. No obstante, los entusiastas se las apañan para cambiar la imagen de estos hombres en algo completamente distinto. Concretamente, en gurúes omniscientes con dejes de pedante libresco. Por supuesto, hay dos o tres sinvergüenzas que lo aprovechan para sacarles los cuartos a pardillos occidentales, y se permiten decir toda clase de estupideces, que sus prosélitos propagan por todos los sitios de la red. Uno de ellos ha grabado un vídeo donde afirma que el cuerpo humano está compuesto de agua en un noventa y cinco por ciento. No aclara de qué, ni lo sé, porque en masa, que es como usualmente se expresa, llega a un máximo de 80% en un recién nacido. ¿Sus credenciales? Es un indio Hopi (sic). Si a mí se me ocurriera hacer la misma afirmación, y dijera que soy un sevillano Macareno (sic), la gente se reiría en mi puta cara, y con razón. Sin embargo, el indio hopi(to de nieve) es intocable.
En resumen, mientras la superstición tenga tanto empuje en la humanidad, episodios como este serán no sólo brillantes, sino actuales.
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