domingo, diciembre 28

¡Diciembre!

Una mañana, mientras el sol aún salía por el oeste, como se decidió en la última sesión del parlamento, Caín llegó al instituto. Según su costumbre, fue a recoger la llave del aula y el parte de clase en la conserjería, pero no pudo realizar esta tarea tan sencilla, y no porque fuera así de torpe. Simplemente ya la había hecho otra persona.
-¿Ah, sí? ¡Qué raro!-expresó Caín, pues sabía que sus compañeros no movían un dedo para facilitarle sus tareas como delegado.
-Mira, se lo ha llevado una chica castaña, enana y canija-le explicó el conserje, quien era muy brusco.
-¡De acuerdo, gracias!-dijo Caín, y se dirigió al aula de pared curva-¡Pues sí que es raro! ¿Se habrá caído de la cama, golpeado en la cabeza y vuelto responsable de repente?
Empezó a subir las escaleras, y pudo conocer de primera mano los últimos cotilleos en las paredes.
Aquí hay mucha zorra que se deja tocar las tetas., rezaba el primer mensaje.
El cabrón de Manuel se ha llevado a mi novia., anunciaba el anterior mejor amigo de Manuel.
Me cago en los putos muertos del maricón de 4º-A., declaraba otro.
“¡Cómo está el patio!”, reflexionó Caín.
Llegó a la puerta de la clase, donde realizó el saludo decretado por el ayuntamiento, consistente en extender la palma derecha de modo que el pulgar rozaba la nariz, y agitar la lengua simultánea y horizontalmente, para que el retrato del alcalde quedara salpicado de saliva. Huelga decir que los concejales se asombraron de la nula capacidad de este señor para captar la ironía.
Entró, y allí estaba Clarisa, sobre el pupitre de él, con un largo abrigo, pero las pantorrillas descubiertas.
-¡Ah, hola!-dijo Caín-¿Llevas mucho esperando?
-¡Tan sólo una hora!-contestó ella, radiante, con una sonrisa que mostraba sus dientes, necesitados de un buen ortodoncista.
-¡Una hora! ¿Te dejaste ayer algo olvidado?-comentó Caín, a cierta distancia.
-No, simplemente no podía dormir-respondió, y abrió las piernas, lo que reveló un muslamen pálido.
Caín, azorado, se percató de que debía de ir con minifalda. De otra manera no explicaba que llegara a verle las bragas, rojas, que contrastaban con el gris de su abrigo.
-¿No tienes frío…?-preguntó, ingenuamente.
-No, no tengo nada de frío-contestó, y se arrodilló sobre el pupitre-De hecho, tengo muchísimo calor-empezó a desabrocharse el abrigo, que reveló un tórax desnudo-Por eso me he despertado, y traigo esto encima para no llamar la atención.
Finalmente, acabó de desabrocharse el abrigo, y apareció con sólo ropa interior roja. Caín se pellizcó, para ver si era un sueño.
-¡Pe… pero… pero…!-no acertaba a hablar.
-¡Venga, no te hagas ahora el tímido! Estamos solos, no tienes que hacerte el duro, como siempre. ¡Déjate llevar, para variar!
-¿Y si nos pilla alguien?
-¡Son las ocho, nadie va a venir ahora! De todos modos, da igual, mira-señaló a la puerta. Allí, un vórtice se estaba abriendo.
-¿Qué es eso?-preguntó Caín, pero Clarisa se abalanzó sobre él. Aunque tenía fuerza más que suficiente para soportarla, el pudor hizo que se tambaleara hasta el pupitre de Saray.
-¡Aquí mismo!-dijo ella, y lo besó en el cuello.
Caín notó cómo el placer se extendía por todo su cuerpo, haciéndole olvidar el frío que hacía.
-¡Qué diablos! ¡Adelante, preciosa!-se desabrochó los pantalones, que lanzó de una patada. Estos salieron por la ventana y cayeron encima de una mujer que, tras examinarlos atentamente, decidió venderlos en el rastro.
Cuando estuvo a punto de situar a Clarisa sobre el pupitre, se dio cuenta de que había sido invadida por gatitos que devoraban todo animal que veían.
-¡Qué miedo!-protestó Clarisa-¡Vamos allí!-señaló la mesa del profesor.
Caín se sintió algo avergonzado, pero se repuso.
-Nos van a expulsar, ¡así que vamos a hacerlo a lo grande!-decidió, y corrió. Echó a Clarisa, que ya estaba quitándose el sujetador. Para entrar rápidamente en acción, Caín también se quitó de una vez la camiseta y la sudadera. Cuando recuperó la visión, se aterrorizó al contemplar que, en vez de senos, Clarisa tenía un mensaje que decía “V1agra C1al1s free”.
-¿Qué coño es esto?-preguntó Caín.
-Nada, solamente spam-respondió ella, y el mensaje desapareció. Un expectante Caín quedó decepcionado por segunda vez cuando vio otro mensaje que le instaba a registrarse en un sitio de la red.
-¡Esto es rarísimo! Debo de estar soñando…-se dio la vuelta, confuso, y entonces vio que Saray estaba allí, con lo que le parecía una toga. Reía alegremente, a pesar de que había perdido los ojos, en sus cuencas se veían palcos de gente que aplaudían apasionadamente.
-¡Qué horror!-exclamó, alejándose a saltos de la mujer anuncio y de la mujer teatro-¡Esto es una pesadilla! ¡Que acabe ya!
A pesar de sus ruegos, o quizás por estos, el techo empezó a caer sobre él. Su histeria se manifestó.
-¡Aaaaaaah! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡No quiero morir!-gritaba, mientras corría como podía para evitar ver a sus condiscípulas.
Vio cómo el techo estaba a sólo dos centímetros de su cabeza, y se tiró al suelo, donde se hizo un ovillo, lloró y se orinó a un tiempo. Entonces, oyó unos pasos cerca de él, y notó una mano sobre el hombro.
-¡Inocente!-gritó alguien, y un montón de gente entró en el aula. Caín abrió los ojos, y desconcertado, no pudo creerlo.
-¿Esto… era una… broma?-preguntó, sollozando.
-¡Sí! ¡De parte de la gala navideña de cada año, que este año quiere dar protagonismo a gente corriente y moliente!
-¿¡De parte!? ¿¿¡¡De parte!!??-gritó él, furioso.
Saray y Clarisa, que eran los ganchos, reconocieron el brillo de la mirada de Caín, y salieron discretamente. Pudieron oír los alaridos de dolor, y comenzaron a correr.
Por estas circunstancias, no hubo ocasión para el programa esas Navidades, lo que desilusionó enormemente a Celsio.
-Había oído que salían unos compañeros de clase…-le explicaba, a sus padres-¡En fin, el año siguiente será!-y siguió comiendo orugas.

No hay comentarios: