viernes, julio 22

“Prólogos” y “extras”.

Resulta que he pedido Frankenstein o el moderno Prometeo en una biblioteca. Leo la información de la contraportada hasta donde es posible, porque el sello de identificación tapa una parte del texto.

Decido, como buen lector, empezar por el principio, por el prólogo, obra de Alberto Manguel. ¡Sesenta páginas! Extenso prólogo, ¡carape! De pronto, la sorpresa. Me doy cuenta de que este prólogo es poco habitual. En vez de hablar de la obra, de su autora, de las circunstancias que acompañaron a la creación y publicación o la historia de las interpretaciones críticas, habla de una de sus adaptaciones cinematográficas: La novia de Frankenstein.

Escamado, decido reservarlo para más tarde, y leo la novela. Vuelvo al “prólogo” y confirmo que estaba en lo correcto: es un ensayo de esa película. Escamado, vuelvo a leer la contraportada y entiendo que la parte oculta indicaba que en el “prólogo” se hablaba de las adaptaciones cinematográficas. Yo, ante lo poco que tenía a la vista de las últimas líneas, pensé que simplemente se indicaba que la susodicha novela había dado origen a la famosa saga de películas.

No es que me parezca ilógico ni fuera de lugar, pero yo no llamaría a eso prólogo cuando de la novela sólo se habla para contrastarla con la película, y que a Frankenstein se refieren como Henry en vez de como Victor.

También en ese mismo lugar pedí hace un tiempo Nosferatu, la adaptación libera de Drácula, de Bram Stoker. Me quedo a ver los extras, especialmente deseoso de conocer los detalles de la demanda de la viuda del irlandés. Me encuentro un par de reportajes, uno comienza hablando del director, F. W. Murnau, para acabar hablando de la influencia que tuvieron los grupos ocultistas en la factura artística del largometraje, porque Albin Grau, productor y diseñador de producción de la misma, era miembro de uno de estos y aprovechó la ocasión para usar la simbología que se empleaba en el suyo. Se extienden en este tema y casi nada se comenta de la demanda de plagio.

Veo el segundo reportaje, que se concentra en la faceta artística y en la realización de la película, y se habla de la influencia de las sociedades ocultistas. Por aquel entonces tenía yo ya una extraña sensación de déjà vu. Al final, del plagio sólo sé lo que se lee en los textos, poca cosa. Y es una lástima, porque habiendo cuenta de que la decisión del tribunal fue destruir todas las cintas y que las pocas supervivientes fueron pasadas de incógnito, debe de ser muy interesante.

Seguro que la encuentro por ahí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡PAPARRUCHAS!

Lee el Corán, hijo. Esto sólo te desviará del camino correcto.

Mahoma Sánchez

Paloma Polaca dijo...

Hola Ozanu,

Leer los prólogos es algo que he aprendido a apreciar con el tiempo.

En mis primeras lecturas pasaba olímpicamente de los prólogos.

La verdad que es de agradecer que el prólogo se corresponda con la obra a la que precede. Hacer lo contrario es absurdo.

Por cierto, a mí el libro de Frankenstein no me gustó cuando lo leí.

Un saludo,

Miguel Baquero dijo...

Yo creo que es el típico prólogo de "apovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid", pues van y te largan un rollo tangencial, porque a ver qué tiene que ver en realidad la novia de Frankenstein con la novela original de Mary Shelley

capolanda dijo...

Mahoma Sánchez Papá, lo hago por la fe: el libro es crítico con nuestro modelo de sociedad. En serio.

Paloma Polaca Es que no es un prólogo, es un ensayo sobre una película. Si yo encontrara el mismo texto independientemente, no lo calificaría de prólogo. Un prólogo, como su nombre dice, habla del texto que viene a continuación. No me parece mal que esté, sino que lo hagan pasar por lo que no es.

A mí sí me ha gustado, aunque a ratos el monstruo parece escapado de una facultad de filosofía y letras, hablando tan elegantemente.

Miguel De hecho lo es, pero no sé por parte de quién, si de Manguel o de Mondadori.