lunes, septiembre 28

La rebelión de los friquis.

Vuelvo de mi retiro de tres meses, tiempo en que he podido leer otras bitácoras. Tras conocer gente muy interesamte, he encontrado de nuevo la inspiración para volver a actualizar esta página. Y lo dejamos ahí, que no quiero enrollarme en mi aburrida vida.

El asunto que da nombre a a la entrada es la reacción seguida a la columna de Vicente Molina Moix. Sé que hace días de lo ocurrido, pero no quiero centrarme en el artículo (cuyos errores han sido sobradamente discutidos) sino en la reacción de algunos aficionados, que tomaron por asalto la bitácora del columnista para insultarlo.

No es la primera vez que ocurre. Ya se produjo un fenómeno similar con la columna de la olvidada Sandra Gallardo. Algún lector quizás considere que no es lo mismo por circunstancias especialmente vergonzosas, básicamente que copipegara un texto de la Frikipedia y no respete la ortografía. Bien, no es a lo que me refiero. Aquellos que se burlaron de estos aspectos, como los adláteres que la nominaron al PicAdlo! que ganó, hacen gala de ingenio. En ese sentido, también ha habido críticas igualmente acertadas contra Molina Foix. Sin embargo, cuando surgieron las bromas sobre cuáles cualificaciones tenía Gallardo para llegar a ser solumnista, teniendo semejante ortografía, alguien hizo una tira que lo achacaba a sus méritos de felatriz. Podrá hacer gracia o no, pero es lo mismo que dice un resentido cuando recuerda a la exnovia que lo abandonó por otro.

En resumen, que la crítica debe ser proporcionada. Se pueden usar los argumentos de alguien en su contra para ridiculizarlo, como ha hecho Álex Muñoz. Se puede hacer burla de sus errores más obvios, como Draug hizo con alieníjena. Empero, no se puede acosar ni caer en argumentos ad hominem.

Irónicamente, y como apunte final, en mi comentario de La cárcel de papel tuve que recordar la pelea que el propio Vicente Molina Foix tuvo con Manuel García Viñó en el programa de Sánchez Dragó Negro sobre blanco para ilustrar que algunos ofendidos se parecen más al ofensor de lo que les gustaría reconocer.

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