sábado, mayo 23

¡Centésima entrada! Séptima hilaridad

¡En efecto, con esta son cien las entradas publicadas en esta bitácora! No está nada mal, no señor...
Aunque la última vez dije que actualizaría pronto, he tardado más de dos semanas, a pesar de que tengo no una, sino dos historias terminadas. En fin, aquí tenéis la séptima hilaridad:

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Séptima hilaridad
Patada aérea, o dragones desdoblados

La humedad se condensaba en el exterior de las ventanas. Durante el fin de semana, había llegado una ola de frío siberiano, y los abrigos se reunían en las perchas. Los alumnos se frotaban las manos, para superar el frío del irregular habitáculo en el que aprendían.
-¿Has encendido el radiador, Caín?-preguntó Saray.
-Sí…-contestó él, volviendo a comprobar el enchufe de este-Aguanta, tarda un rato-miró la puerta, y frunció el ceño.
-Nos ha tocado la clase más pequeña, y la puerta más grande-sacudió la cabeza indignado-¡Así, es la que más tarda en calentarse!
-La clase de 4º Ç es aún más pequeña-dijo Dani.
-Sí, pero la entrada es de tamaño estándar-comentó Celsio.
-Además, está en la pared menos ancha, y el radiador está en la pared del fondo-añadió Andrés-Aquí, es justo al revés. Caín tiene razón-suspiró resignado, y entonces vio un pie que volaba hacia él.
Tras este, un chico delgado, con pelo moreno rizado y muy enfadado, se desplazaba por el aire.
-¡Ya verás, maldito!-gritó, atrayendo la atención de todos.
-¡Ah!-exclamó Andrés.
-¿Eh?-preguntó Clarisa, sentada en su sitio.
Los demás bien se quedaron boquiabiertos, bien con los ojos como platos, o bien de las dos formas. Sólo Caín siguió con curiosidad la trayectoria parabólica, que entonces estaba a medio metro del pecho de Andrés.
Él saltó entonces a su derecha, sobrepasando los pupitres y a Vilma, que estaba tras la fila delantera, chocando frente al de Celsio, quien sujetó su mesa. El muchacho siguió impulsado hasta estrellarse con la mesa del profesor. Su pierna izquierda, con la que apuntaba airado, quedó sobre la tabla de madera, mientras que la derecha, flexionada, golpeó una de las patas metálicas. El accidentado rebotó, cayendo aparatosamente al suelo.
-¡Ahí va, Dios!-exclamó Caín, consternado.
Tras un breve momento de pánico, Dani corrió hacia el chico.
-¿Estás bien, chaval?-le preguntó.
Pudo ver que el chico era algo menor que él. No respondía.
-¿¡Llamo a una ambulancia!?-consultó Saray, con el móvil en la mano.
-¡Espera, voy a avisar a los conserjes!-recomendó Caín, y enfrentó el umbral, pero no pudo salir. Shasha había llegado, y era ese tipo de persona que no dejaba salir, que tenía que entrar a toda costa. Para colmo, esta se quedó quieta al percibir la respiración agitada de sus condiscípulos.
-¿Te importa?-casi le rugió Caín.
-¿Qué pasa?
-¡Que tengo que pedir ayuda, coño!
Caín pudo cruzar la puerta, pero entonces chocó con José. Se disculpó, y empezó a andar a ancadas, pero se detuvo bruscamente cuando oyó a Dani.
-¡No vayas, que no hace falta! ¡Está consciente!
Todos se acercaron cuanto pudieron, excepto Andrés, que estaba de brazos cruzados.
-¡Eh, niño, no nos des estos sustos!-le riñó Clarisa, pero el chaval yacía sin importarle nada, aparentemente.
-¿Te duele algo?-Dani alargó el brazo para tocarlo, pero de pronto el chico se lo apartó de un manotazo.
-¡Quita, mariquita!-tras gritar, el chico se levantó de una voltereta. Miró a Dani con una sonrisa picaruela.
-¡Te descuidas un momento, y ya te quieren meter mano!-declaró, y rió de un modo extraño-¡Ujuy!
-¿¡Meterte mano, cabronazo!? ¡Encima de que nos preocupamos por ti, desagradecido!-lo acusó a la par que lo señaló Vilma.
José y Shasha se miraban el uno al otro, sin entender nada.
Clarisa se mordía el labio inferior, enfurecida, mientras con largas zancadas se acercaba al niño.
-¿¡Quién eres!?-interrogó.
El chico se asustó por la amenaza contenida, pero se repuso rápido.
-¡Me llamo Periquito! ¿Y tú quién eres?
Caín abrió la boca, dejando que su voz se asomara un momento, para luego volver con menor timidez.
-¿Periquito? ¿Cómo los pajaritos?
El muchacho estuvo a punto de saltarle encima.
-¡Ya estamos! ¡Es Periquito, de Perico!
Saray levantó los brazos, para dar a entender lo obvio.
-¡Ya, pero Perico es la abreviatura de Pedro! ¡Es como si te llamaras “Pedritito”!
-Se acepta también, Saray-comentó Clarisa.
A Dani le pareció muy risible, así que empezó a carcajear con ganas. Periquito, ante tal afrenta, quiso atacarlo, pero fue interceptado por Andrés, quien le puso la pierna derecha sobre el hombro izquierdo.
Todos tragaron saliva, excepto Celsio, a quien se le introdujo por las vías respiratorias y empezó a toser. Andrés negó con la cabeza.
-¡Periquito, estamos en el instituto! ¡No es lugar para jugar! ¡Espérame en el patio!
-¡Déjate de guasas, primo! ¡Conseguiré mi venganza!
-¿Aún estás con eso?-Andrés suspiró.
-¿¡Primo!?-preguntó Caín, estupefacto. Celsio seguía tosiendo.
Clarisa los comparó, a pesar de haber leído que era un acto odioso. No se parecían de cara, pero ambos tenían una complexión física similar, y eran delgados y fibrosos.
-¡Vaya, ahora que lo pienso, es la primera vez que conozco a uno de tus primos!-le dijo.
-Suelo ser yo quien lo visita él, Clarisa-explicó Andrés, que se arqueó ligeramente a su derecha, con la pierna aún en equilibrio. Luego hacia la izquierda, alarmado por la respiración agitada de Celsio.
El tal Periquito le echó una mirada significativa a Clarisa, interesado.
-¿Esta es tu novia?
Andrés estuvo a punto de precipitarse contra el suelo, y Clarisa mostró la mirada de un basilisco.
-¿Qué diablos le vas contando a tu familia? ¡Ya estoy hasta el… mismísimo de que todo el mundo nos empareje!
-¡Pero si hacéis mala pareja! Demasiado parecidos en gustos y manera de ser…-comentó Saray.
-Sí, no contrastáis… Quedaría muy soso en una serie-reflexionó José.
-¡Que no estamos en la tele!-les cortó Shasha. Ellos se disculparon sonriendo.
-¡Anda ya, niña!-Andrés saltó a su posición original, movimiento que a Caín le sonaba de un personaje de un videojuego de lucha-Tan sólo he hablado de ti. ¡No tengo la culpa de que mi familia sea tan simple!
Celsio dejó de toser, y rompió a aspirar ruidosamente por la boca. Todos se giraron para ver qué le ocurría, lo que aprovechó Caín para interrogar al mocoso.
-¿Cuál es el motivo de tu venganza?
-¡Él me violó!-Periquito señaló a su primo desde donde estaba, tumbado como un filósofo de la Edad Antigua.
-¡Mentira!-contestó Andrés-¡No es lo que os figuráis!
-¡Tranquilo, hombre!-dijo Dani-¡No vamos a creer al primero que pase!
-¡Es verdad! ¡Me violó!-insistía Periquito.
-¡Anda, anda, no mientas más!-lo amonestó Caín.
-Periquito, déjalo-dijo Andrés, y suspiró-No creo que esta gente entienda de qué hablamos.
-Vamos a ver, ¿a qué te refieres con que te violó?-preguntó Shasha.
-¡Me atacó a mí, en lugar de atacar al jefe final de fase!
La perplejidad dominó a Shasha, y se mostró en su rostro. Tan sólo Caín, Dani y Saray supieron a qué se refería.
-¿En qué juego?-preguntó el primero.
-¿Cómo fue?-solicitó el segundo.
-¿Te hizo daño?-quiso saber la última.
-¡Fue en el Dragon Duplex, mientras intentaba hacer una patada aérea en rebote desde la pared, y no sólo me hizo daño, también me mató!
Los tres se volvieron enfadados hacia Andrés.
-¡Hay que tener cuidado, hombre!-le espetó Caín, con una mueca de ira.
-¡Tío, no se puede ir por ahí pateando todo aquello que se mueva!-Dani suspiró, y sacudió la cabeza mientras se lamentaba.
-¡Si no sabes hacer la patada, no lo intentes! Déjaselo a un profesional-aconsejó Saray.
-¡Idos a tomar morcilla!-les espetó Andrés.
-Sí, claro, ¡cómo tú no eres la víctima!-dijo Caín, y él y los otros dos arroparon a Periquito.
-¡Bueno, tampoco es para esto…!-dijo Periquito, desacostumbrado a tener la razón y ser mimado.
Se los quitó de encima, y se despidió. Volvió corriendo a su clase, donde un chaval moreno y con cara de enfado lo estaba esperando.
-¡Al fin llegas, atontado!
-¡Perdona, estaba echándole a mi primo la culpa en su cara!
-¡Pero qué pesado eres!
-¡Y tú también, Tomasín!
-Te equivocas, el pesado eres tú, Periquito.
Se volvió, y vio a una muchacha bajita de pelo castaño corto.
-¡No me digas eso, Mariquilla!
-¡Pero si es verdad! ¿Quién se empeñó en que paraguas se escribe con diéresis sobre la u?
Tomasín señaló a Periquito.
-¿Quién creía que la regla conmutativa consiste en que el resultado no variaba si las cifras se disponían horizontal o verticalmente?
El muchacho apuntó nuevamente a su amigo.
-¿Quién insistió en que una pirámide de población es el tipo de vivienda donde residían los antiguos egipcios?
El dedo, inmisericorde, volvió a alzarse. Una media luna se dibujó en los rostros de Mariquilla y de Tomasín.
-¡Yo no podía saber que era una tumba!-contestó desesperado Periquito.
-¿Cómo que no? ¿No has visto nunca una película de momias?-preguntó Mariquilla.
-¡Pensaba que las pirámides eran un poco de todo, como centros comerciales de entonces! ¡“¿Para qué querían el oro y la comida, entonces?” es lo que pensaba cuando decían que era una tumba!
Mariquilla estuvo de acuerdo con él.
-Ya, vale, no tiene sentido...
-Bueno, vamos a sentarnos-ordenó Tomasín al ver al profesor.

Tras las dos primeras horas, en las cuales los alumnos aprendieron a usar un mapa y algunas características de las irregularidades de la conjugación de verbos en la lengua española, llegó el primer recreo.
-¡Se va a enterar!-gritó Periquito tan pronto se levantó, y salió por la puerta.
-¡Otra vez no!-lamentó Mariquilla-¡Eres un pesado!-le gritó mientras salía.
-¡Lo sé! ¡Y reconociéndolo, me hago más fuerte, transformando mi debilidad en mi fortaleza!
Mariquilla se cayó de culo en la silla al oír su respuesta.
-¡Ha subido de nivel! ¡Seguro que ahora podrá vencerlo!-exclamó Tomasín encantado.
-¡Déjate de payasadas! ¿Tú también?-gritó enfadada Mariquilla.
-¿No reconoces la cita? ¡Es de ese gran manga de peleas llamado…!
-La verdad, o no lo he comprado nunca, o he dejado de hacerlo… Prefiero gastarme el dinero en humor y comedias divertidas.
-¡Con lo flipante que es! ¡En el último número, ya se están enfrentando con el malo y…!
-No insistas, Tomasín, la verdad, no me interesa ahora. Vamos a buscar a ese idiota.
Salieron, y bajaron las escaleras hasta el aula de 4º Ñ, donde Periquito irrumpió.
-¡Fuera de aquí, coño!-aulló Caín desde dentro. Como no lo conocían, Mariquilla y Tomasín se temieron lo peor.
Periquito salió de espaldas, confrontando a Caín.
-¿Ya se ha ido mi primo?
-¡Sí! ¡Andrés es el primero en salir al recreo, y el último en volver! ¡Jamás he tenido que pedirle que se marche! ¡No como a otras!-voceó, volviéndose al interior del aula. Saray salió apurada.
-¡Chico, no se puede tardar ni un minuto contigo! ¡Qué prisa! ¡Cualquiera diría que el patio va a escaparse!
-¿Sabe alguno de vosotros dos dónde puede estar mi primo?
-Sí, de hecho, nos sentamos con él-respondió Saray.
-¡Perfecto! ¡Llevadme a él!
-¿Aún quieres la revancha? ¡Si ya le he hemos echado la bronca!-dijo Caín.
-¡Sí! ¡Necesito vengar mi honor! ¡No lo conseguiré hasta devolverle la patada que me dio!
-¡Pero niño, no se la des de verdad! ¡Devuélvesela en el videojuego!-sugirió Saray, levantando los brazos para resaltar la simpleza del asunto.
-¡Así le dolerá de verdad!-insistió Periquito.
Repentinamente, Mariquilla se abalanzó sobre él, apoyó las manos sobre su hombro izquierdo y balanceó las piernas sobre el cuerpo de Periquito para empujar su torso hacia el suelo. Tras derribarlo, lo aprisionó con una tijera mientras le retorcía el brazo izquierdo.
Saray y Caín se quedaron atónitos. “Un poco más”, pensaron, “y lo dejas en el sitio”.
-¡Vamos a comprar el bocadillo, y a desayunar, y después, si hay tiempo, podrás encargarte de tus piques! ¿Vale?
-¡Vale…!-respondió medio asfixiado Periquito. Tomasín miraba la escena entre horrorizado y divertido.
-¿Y a esa niña por qué coño le importará que quiera pelearse con su primo…?-se preguntaba en voz alta Caín, mientras bajaba las escaleras con Saray.
-Será su novia…-hipotetizó ella.
-No creo, son muy pequeños…-contestó él.
Cuando Tomasín lo oyó, entró en cólera.
“¿Pequeños? ¡Ya tenemos doce años! ¡Ya estamos en el instituto! ¡Maldito sea!”, pensó irritado.

En la cafetería, los hambrientos clientes guardaban turno a la española, esto es, en barullo.
-¡¿Qué diablos se ha creído ese estúpido?!-farfullaba Tomasín.
-¿Cuál estúpido? ¿Mi primo?-preguntó Periquito.
-¡No, el otro! El que tenía la cerrar la clase.
-Es algo brusco, pero estúpido… No lo creo-admitió Periquito.
-¡Dejaos de chorradas!-les gritó Mariquilla-¿Tú también te vas a picar?-le dijo, indignada, a Tomasín.
-¡Ha dicho que somos muy pequeños!
-¡Y la chica ha sugerido que soy la novia de este tarugo, y me da igual!-Mariquilla señaló a Periquito.
-¡Eh!-se quejó este.
-¡Pero eso tiene lógica! ¡No que seamos pequeños, cuando ya vamos al instituto!
-¡Ten en cuenta que somos el primer curso de 1º de ESO, normal que piensen así!
Llegaron al mostrador.
-¡Un bocadillo de sobrasada, por favor!-pidió Mariquilla.
-¡Otro de jamón serrano!-dijo Tomasín.
-Vegetal-dijo Periquito.
Fueron servidos, y salieron al patio, mientras comían.
-Lo que tenéis que hacer es pasar de esas cosas, miradme a mí, ¡vivo tan tranquila!
-¡Anda, claro! Por eso casi le pegaste el otro día a esta, a la locuela de Désirée-le recordó Tomasín.
-¡Eso fue porque es muy pesada! ¡Está empeñada en que quiero quitarle su novio, o yo quién sé!
-¿Su novio?-preguntó Periquito.
-Es ese chico de la clase vecina, Julián. Viene simplemente porque nos caemos bien, le gusta ese tebeo de humor del que os he hablado… Será que le había echado el ojo, o lo que fuera, porque la chica tiene unos celos que no hay quien la aguante. La semana pasada…
-¡Helo ahí, al malvado!-señaló Periquito, y allí estaba su primo Andrés, divirtiendo a sus amigos.
Mariquilla se tragó con rabia sus palabras con el pan.
-¡Ah, ahí está riéndose ese listillo!-Tomasín levantó el puño en señal de amenaza hacia Caín, quien, en efecto, reía.
Ambos fueron corriendo. Mariquilla lamentó su estupidez una vez más.
-¡Ahí voy!-gritó Periquito, y volvió a utilizar su patada voladora.
-¡Al ataque!-gritó Tomasín, mostrando mucha originalidad, mientras se preparaba para embestir con su cabeza.
El grupo de chicos, consternados, se dieron la vuelta a tiempo.
-¿Pero otra vez? ¡Qué pesado eres!-sermoneó Andrés antes de esquivar a su primo hábilmente, quien fue a parar al árbol.
-¿Hum?-musitó Caín, en el banco, viendo una cabeza negra hacia él.
“¡Ahora conocerás el dolor!”, pensó Tomasín, pero se detuvo de inmediato.
Caín lo paró sólo con la mano izquierda, mientras con la derecha comía el bocadillo.
-¡Ten cuidado, que casi te caes sobre mí!-protestó.
Tomasín se quedó helado, sin poder decir nada.
-¿Estás bien?-preguntó Caín-A ver si le he hecho daño…-le comentó a Dani, a su vera.
Tomasín se sintió aún más ofendido.
-¡No, claro que no!-gritó, mientras daba un salto hacia atrás.
-¡Pues ten más cuidado, hombre, que casi me das!
“¡Maldito! ¡Es increíblemente fuerte! ¡Será mejor que me ande con cuidado!”, pensó, antes de ser derribado al suelo.
-¡Pero otra vez ella! ¡Miradlos, si es que van a matarse como sigan jugando así!-exclamó Caín, aunque fue irrelevante. Cuando todos vieron a Mariquilla volar alrededor del cuello de Tomasín, supieron que no auguraba nada bueno.
-¿Por… por qué a mí?-balbuceó como mejor pudo el pobre diablo.
-¡Porque eres el único que se tiene en pie!-contestó Mariquilla.
Lo cual era cierto, porque Periquito seguía tirado en el suelo.
-¡¿No se habrá hecho daño tu primo, tío?!-preguntó Luisma, asombrado.
-No sé…-respondió Andrés, dubitativo.
De pronto, alguien levantó a Mariquilla del suelo.
-¿Pero no ves que así acabarás haciéndole daño a alguien?-regañó seriamente Saray a Mariquilla.
Mariquilla vio esos ojos del color meloso de las semillas de cacao, y no pudo responder nada.
-¡Oh, lo siento!-dijo tímidamente.
-¡Serénate, o mejor todavía, apúntate a algún equipo deportivo! Ahí aprovecharás toda esa energía que tienes.
Mariquilla saltó al suelo ruborizada. Tomasín, mientras tanto, recuperaba el color. Periquito continuaba inerte, pero de pronto saltó y empezó a retorcerse.
-¡Se me han metido hormigas por el cuerpo!-gritó, exasperado.
Mariquita, Tomasín y Andrés no pudieron evitar carcajearse, mientras los demás, incluyendo a quienes no pertenecían al grupo, disimulaban un poco.

Tras el divertido recreo, los muchachos volvieron a la extraña aula de la pared curva.
-¡Jajajajajaja! ¡Qué gracioso es tu primo!-reía Clarisa.
-¡Sobre todo cuando se hace daño!-añadió Dani.
-Siempre ha sido así, generoso-admitió Andrés.
Fuera, en la penumbra, un joven de pelo ensortijado se retorcía de rabia.
-¡Estas cosas te pasan por ser un impulsivo!-le riñó Mariquilla.
Del interior vinieron más risas.
-¡Pues a mí me ha hecho más gracia el otro, el grandote! Tiene toda la cara del personaje que recibe golpes de modo cómico, ¿no creéis?-comentó Caín.
Fuera, otro joven, de piel morena, también se retorcía de rabia.
-¡Y a ti, por mendrugo!-le riñó también Mariquilla.
Finalmente, las carcajadas fueron amainando.
-Ahora, la chica es muy mona, las cosas como son-concluyó Saray.
Fuera, una joven se ruborizó. Sus compañeros la miraron envidiosos, por lo que les dio sendos codazos en los riñones. Resuelta, se dirigió a clase.

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De momento, ya está. Dentro de algún tiempo, haré cierto anuncio importante. No sé cuándo será, pero ocurrirá.

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